Con la presión de los conversos que han convertido a la política en una actividad propia de mercenarios y oportunistas, en Durango el primero en abrir su juego fue el PRI al postular a sus candidatos a diputados y senadores, frente a la coalición del PAN-PRD-MC que hoy es gobierno en el Estado y con el acecho de Morena el partido pepenador.
Esta será una elección atípica para el tricolor que perdió su hegemonía en el 2016 con el triunfo de José Rosas Aispuro Torres, una derrota dolorosa que no solo canceló carreras políticas, proyectos personales y espacios de maniobra en la administración estatal, sino que abrió expedientes de malversación de recursos públicos que comprometen la libertad y el prestigio de no pocos militantes.
El proceso de selección de los candidatos no fue sencillo para el PRI, muchos aspirantes no fueron llamados y no pocos cuadros antes encumbrados decidieron convertirse en obradoristas como Héctor Vela Valenzuela y Otniel García Navarro para ser ungidos como candidatos y es que hoy el viejo partido no tiene premios de consolación como en el pasado de ahí las deserciones.
La formula priista para el Senado integrada por Rocío Rebollo Mendoza y Ricardo López Pescador se enfrentará a las formulas encabezadas por José Ramón Enríquez y Otniel García Navarro de las coaliciones Por México al frente y Juntos haremos historia. Para los distritos federales el PRI postulará a Adán Soria, Leticia Herrera, Esteban Villegas y Pedro Ávila Nevares.
Se equivocan aquéllos que piensan que la que viene será una elección predeterminada, ignoran qué tanto pesará la tipología del voto en las urnas: el voto duro, el volátil, el indeciso, el clientelar y el voto útil.
La inercia nacional del relevo presidencial estará presente en los comicios pero también los pendientes locales de un pasado reciente que no concluye y la valoración del gobierno de la alternancia que sigue debiéndole a la ciudadanía duranguense.