No es mi costumbre escribir Leviatán en primera persona. Hoy lo hago para compartirles a mis lectores que desde que inició el proceso de la elección presidencial mi hijo Jorge -que sabe mucho del mundo digital- me hizo saber que en los registros de todas las plataformas AMLO no solo iba al frente sino con una diferencia imposible de remontar para sus competidores.
En su edición del pasado domingo 29 de julio Forma y Fondo publica un ensayo de su director Roberto Zamarripa en el que afirma que “el escenario privilegiado para dirimir la elección fue la arena digital…Los muchachos resultaron indispensables, catalizadores, conmovedores…La batalla de las redes sociales paso de las travesuras digitales a la autoridad discursiva…Velocidad y precisión era el nombre de su juego…Alrededor de la candidatura de Andrés Manuel López Obrador se agruparon legiones de usuarios digitales intermitentes e impertinentes; provocadores y desparpajados…”
El autor asegura que en este proceso emergió una capa de pensamiento crítico más allá de las consignas y se estableció el activismo digital como una nueva categoría en las batallas por venir en la política del país.
Destaca la incorporación de los jóvenes en la contienda electoral “la clave fue encontrar coherencia entre el mensaje de la plaza pública con el de la pantalla intima…por momentos los jóvenes constituyeron una guerrilla comunicacional que atacaba, emboscaba, dinamitaba conversaciones, tomaba posiciones copando la zona e imponiendo las temáticas de conversación alteradas por las maquinarias de mensajes contratadas a alto costo por los adversarios”.
Creo que el activismo en el mundo digital fue clave en el comportamiento electoral del pasado 1 de julio, pero sin duda el hartazgo generalizado por la corrupción, la impunidad y la violencia fue el detonante que primero se reflejó en todas las encuestas, luego se tradujo en el voto de castigo a los partidos tradicionales y finalmente en el voto del cambio en favor de Morena el más joven de los partidos con registro.