Uno de los libros más interesantes que he leído en los últimos años es el escrito por Yuval Harari, un joven profesor de historia de la Universidad Hebrea de Jerusalén, nacido en 1976, quien con una aguda mirada ha observado y descrito el proceso de evolución del homo sapiens, para crear un espejo en donde se refleja con intensidad su rostro.
Se trata de la obra De animales a dioses. Breve historia de la humanidad, donde el autor, con una serie de datos científicos en la mano, va trazando la imagen de la especie que ha prevalecido en el mundo, la nuestra, tras devastar a otras similares y a la mayor parte de los grandes mamíferos que habitaban el mundo hace unos sesenta mil años.
De las muchas ideas interesantes desarrolladas en el libro, mencionaré de paso sólo tres, con la brevedad que este espacio lo exige. La primera es que hace unos sesenta mil años existían en el mundo, simultáneamente, al menos seis especies de hombres, es decir, de homos. Entre ellas, el hombre de Neandertal, el homoerectus y el homoergaster, todos cazadores y recolectores. La primera, quizá, era la que mostraba más vigor y desarrollo: sus músculos tenían más fuerza, su resistencia al frío era mayor y su capacidad craneal tenía más centímetros cúbicos que las del homo sapiens. Era, posiblemente, la que mejor se desplazaba en amplias superficies del continente euroasíatico. Empero, en unos cuantos miles de años, homo sapiens borró a estas especieshumanas del planeta, sea por genocidio sea por desplazamiento. ¿La clave? ha sido su capacidad para organizarse en grupos mayores que los de sus competidores. Mientras que los otros hombres formaban bandas de quince a 25 individuos, el sapiens se organizaba en grupos de hasta 250 y con mayor eficacia.
Un segundo punto interesante. Harari resalta que la revolución agrícola ocurrida hace unos doce o trece mil años y que convirtió a los cazadores recolectores en sedentarios agrícolas, no benefició en realidad a los individuos, ya que su calidad de vida y el disfrute de su tiempo disminuyó: los hombres debieron trabajar más duro, prever el futuro y acumular numerosos objetos para su nueva vida. El nuevo estatus, no obstante, sí benefició a una élite que se apropió de los excedentes y, asimismo, resultó productivo, en términos de lasupervivencia, para la especieya que se incrementó la taza de nacimientos y, por lo mismo, la población.
Una última probada. La evolución de la sociedad humana, dice Harari, se ha dado en función de la capacidad para crear mitos y creer en ellos. Han sido estos relatos y esta construcción conceptual de objetos inexistentes, los que permiten que millones de hombres se organicen en torno a una idea, llámese “Código de Hammurabi”, Carta de Independencia de los Estados Unidos o compañía Peugeot. Cualquiera de estos tres objetos (llamémosles así) suponen la construcción de órdenes imaginarios que permiten a los hombres actuar en forma conjunta y coordinada.
En síntesis: hay que leer el libro.