La insurrección social sucede gracias a la manifestación activa de quienes salen desde abajo para defender sus derechos ante quienes los mantienen oprimidos; su victoria, depende además de sus cualidades internas, del acompañamiento de situaciones externas que puedan acompañar su causa de manera directa o indirectamente.
Un buen ejemplo es la emancipación de los esclavos negros de la isla Ayiti, renombrada por Cristóbal Colón como la Espaniola y que finalmente formaría los países de Haití y República Dominicana.
La inmensa sangría que día con día generaba la explotación de los esclavos literalmente cazados, secuestrados, vendidos, transportados y explotados en las colonias, entre ellas Haití, llevó a los levantamientos de negros fugitivos que paulatinamente se agruparon e hicieron posible un escenario impensable para la época: La revolución negra.
Con dicho título nombró María Isabel Grau a la rebelión de los esclavos en Haití en los años de 1791 a 1804 (Ocena Sur, 2009).
Una obra que recrudece lo hecho por Eduardo Galeano para llevarlo al ejemplo casi narrativo que hace entender cómo fue posible que se formara la primera nación libre de América Latina, nada menos que desde la esclavitud más atroz.
Muchas fueron las circunstancias que lo explican, esos acontecimientos que suceden en otro lado y que como efecto mariposa, corre por los océanos e impacta positivamente en una rebelión que no tenía mayor perspectiva que la hambruna en las montañas de los disminuidos seguidores de Toussaint Louverture.
Con el siglo de las luces que recorría Europa y terminaba por hacer explotar la Revolución Francesa en busca de derechos individuales elementales, y gracias a los buques mercantes, las ideas libertarias de lo que estaba pasando en la cambiante Francia llegaron al Caribe en alguna de las largas travesías entre África en busca de esclavos para llevarlos al Caribe y volver a Francia con los productos de la explotación humana en las plantaciones que permitían recomenzar el intercambio de mercancías por personas en las costas africanas.
Así, la Sociedad de los Amigos de los Negros desde Europa sostenía el “replanteamiento de la relación de los seres humanos con Dios, con la naturaleza y de los hombres entre sí, los iluministas sostuvieron que todos los hombres nacen libres e iguales en derechos, siendo su principal propósito lograr la felicidad. Además, cuestionaban el derecho divino como origen del poder monárquico y reivindicaron el derecho de los pueblos de resistir frente a la opresión (ídem, p. 34).
Dichas ideas combinadas con las condiciones miserables perpetuadas por dos siglos llevó de manera natural a lo que “el marqués du Rouvray afirmó: “Esta colonia de esclavos es como una ciudad que espera un ataque inminente; estamos pisando barriles de pólvora cargada”” (ídem, p. 35).
Estos elementos detonaron la rebelión, como lo había previsto el marqués; sin embargo, como comenté arriba, Toussaint Louverture hubiera perecido con sus hombres en las montañas de no ser por otros elementos externos: la ambición británica y española que buscaron controlar a la colonia francesa aprovechándose de la turbulencia revolucionaria que acontecía en Francia.
Cuando los rebeldes negros desertaban de su propia libertad producto del hambre y deseaban retornar a las plantaciones, las invasiones española y británica abrieron la gran oportunidad del libertador Toussaint para recomponer sus fuerzas mientras las tropas francesas se sumergían entre fuegos internos y externos tanto en América como en Europa.
Y así es como gracias a la combinación de varios escenarios fue posible que naciera en el Caribe la primera nación libre de América Latina, conformada además, por una mayoría afrodescendiente que marcaría el inicio de la liberación escalonada de las colonias europeas en nuestro continente.
Lograron conjuntarse entre negros y mulatos aprovechando las circunstancias de propios y extraños para vencer la dominación colonial.
Apoyaron desde el Caribe a la liberación de otras naciones como la venezolana y muchos más de sus mismos mares, por lo que Haití siguió peleando aun habiendo ganado su independencia contra las colonias extranjeras que tardarían décadas en reconocerlos.
Han pasado 211 años desde entonces, y hoy, la ocupación estadounidense sustituyó a las viejas colonias; las condiciones de hambruna que azotan a la mitad de la Española son lacerantes y hacen recordar las vividas por sus antepasados esclavos; su democracia es inexistente y peor aún: después de la última catástrofe natural, nadie se acuerda de Haití.