Cultura

Milagro del habla

Jorge F. Hernández
Jorge F. Hernández

Seis semanas después, habla la niña. Mi hermana pronuncia palabras al despertar de un coma que ha trastocado su memoria, el sentido del tiempo y la ondulación del espacio. Por ahora le basta el ojo izquierdo para mirar los nombres y las formas e inexplicablemente oye y escucha con un oído destrozado cuyo tímpano permanece enterrado bajo un montón de huesitos y la otra oreja cancelada por un coágulo a la mitad de la caverna… pero escucha y oye e ilumina a quien mira con la sola vista.

El milagro del habla permite nombrar incluso lo confuso. Dice mi tía Lola que Maylou está balbuciendo exactamente como hacía mi madre cuando despertó de su amnesia y a mí se me viene encima el bosque entero de mi infancia al volver a sentir en la piel que mi madre decía zapato por vaso, girafa para el color café tal cual ahora mi hermana dijo tener un coche marca Linóleum de color beige y hasta después recordó la camioneta blanca en la que voló 22 metros al abismo del que despierta. En el larguísimo sendero que apenas ahora comienza, la niña clona la sonrisa de nuestra madre y aunque aún no sabe que mamá se ha ido, recuerda todos los nombres y manda besos con el sonido que acompaña al milagro del habla, milagro del alba al despertar de su pesadilla y volver a un mundo donde hablan las aves y corren los ríos. Aquí cuando aumenta su ansiedad y quiere arrancarse todos los cables y tuberías que por ahora le mantienen la respiración

Sílaba a sílaba, mi hermana entreteje más palabras en inglés que español porque nuestra infancia floreció en un bosque sin eñes. Su primera lengua aprendió a traducirse en idioma de México para entendernos con mi madre como si saliera de los labios una lengüeta o pequeño caracol pintado en los viejos códices prehispánicos. Esa llamita flotante ha vuelto a levitar desde los labios resecos y dulces de la niña que vuelve a saberse madre y ansía cargar en carcajada a su nieta, hablarle a los óleos y cantar todas las músicas que oscilan en el oleaje que la regresa a la vida… aún por enterarse y llorar la muerte de nuestra madre y el paso de más de un mes enyesado que en su lengua no duró más que un suspiro y yo vuelvo a la impaciencia necia de mi infancia cuando intentaba corregirle a la otra niña-madre que papalote era kite, pero también podría ser una cloud, nube en la que volábamos como libre evasión de todas las penas.


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Jorge F. Hernández
  • Jorge F. Hernández
  • Escritor, académico e historiador, ganó el Premio Nacional de Cuento Efrén Hernández por Noche de ronda, y quedó finalista del Premio Alfaguara de Novela con La emperatriz de Lavapiés. Es autor también de Réquiem para un ángel, Un montón de piedras, Un bosque flotante y Cochabamba. Publica los jueves cada 15 días su columna Agua de azar.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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