En el año 2015, la llegada masiva de un alga verde-parduzca a las costas del Caribe mexicano la convirtió en objeto de estudio de académicos y científicos. Desde su aparición ha generado diversas interrogantes: ¿es tóxica?, ¿es comestible?, ¿es temporal?, ¿por qué desprende ese olor tan peculiar y desagradable?, ¿existe solo en el Caribe?, ¿cómo enfrentar este fenómeno? El tiempo avanza y surgen respuestas a cuentagotas.
El sargazo o sargassum proviene de una zona de algas flotantes en el océano Atlántico, con una dimensión aproximada de 3 mil 500 kilómetros cuadrados (casi dos veces la extensión de la Ciudad de México). En sus orígenes, este conjunto de macroalgas se encontraba en el hemisferio norte, afectando principalmente la costa este de Estados Unidos y Europa occidental. Debido al aumento de la temperatura del Atlántico, esta superficie de algas flotantes ha crecido de manera acelerada en otras regiones de ese océano, en particular entre el continente africano y Sudamérica. Allí, el sargazo encontró las condiciones idóneas para reproducirse de forma exponencial a causa de los fertilizantes que son vertidos por los caudalosos ríos Amazonas y Orinoco.
La actual presencia masiva y atípica de sargazo en las costas de más de 20 países entre Sudamérica, Centroamérica y el Caribe está relacionada con el calentamiento global que sufre el planeta. La amenaza es latente y compleja. Se estima que para 2030, si la temperatura del mar Caribe sigue ascendiendo de 1 a 2 grados, México, Guatemala, Belice y Honduras podrían perder por completo el Sistema Arrecifal Mesoamericano, uno de los más importantes por su riqueza en especies y ecosistemas a nivel mundial.
El Grupo Intergubernamental de Expertos del Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) afirma que los países menos desarrollados serán los primeros en experimentar los estragos del calentamiento global. Sin una estrategia ambiental colectiva que impulse la cooperación entre Centroamérica y el Caribe, el desafío será mucho mayor. Las actividades comerciales, turísticas y de salud pública se verán afectadas de manera permanente por esta falta de planeación. Los efectos colaterales podrían notarse a la brevedad en el incremento de flujos migratorios, escasez de alimentos y ausencia de servicios básicos, principalmente.
Esto aumenta la complejidad de la situación, ya que los costos sociales, económicos y ambientales serían insostenibles para los países más vulnerables. Las predicciones satelitales no dejan lugar a dudas: esta macroalga ha llegado para quedarse. Por estos motivos, se han activado grupos de científicos y académicos de países como Estados Unidos, Francia, Países Bajos y México para plantear escenarios y posibles soluciones a esta contingencia regional.
El panorama para las naciones de Centroamérica y el Caribe resulta complicado, ya que no cuentan con los recursos para instrumentar una solución a corto y mediano plazo. Asimismo, muchas de las islas caribeñas dependen en buena medida de los recursos que generan el turismo y la pesca. El archipiélago de Guadalupe y la isla de Barbados en las Antillas tuvieron que cerrar sus costas por las arribazones de sargazo; sin el conocimiento ni la tecnología adecuada, la recolección del alga en sus playas se convirtió en una tarea meramente artesanal. No obstante, ya hay casos de éxito como el de República Dominicana, donde en la actualidad se desarrolla, con el apoyo de tecnología francesa y canadiense, la primera empresa dedicada a mitigar los impactos del sargazo en su centro turístico más importante: Punta Cana.
En México, científicos del Instituto de Ciencias del Mar y Limnología de la UNAM, que estudian y dan seguimiento a estas arribazones atípicas desde 2011 en las costas caribeñas, afirman que la erosión de las costas, así como las afectaciones a los pastos marinos y a una variedad única de ecosistemas de Quintana Roo, podrían requerir 60 años de rehabilitación, de no aplicar una estrategia inmediata e incluyente. Como parte esencial de la solución, en este esfuerzo deben participar los gobierno estatal y federal, los municipios afectados y los legisladores, así como la sociedad civil.
Para el avance de un plan de trabajo en este ámbito se necesitan expertos multidisciplinarios en monitoreo satelital, logística marítima y terrestre, así como espacios para la disposición final del alga. Si no hay una experiencia previa en campo y sin el aval de los científicos que han trabajado más de una década, diagnosticando escenarios y proponiendo soluciones, será imposible coordinar estos esfuerzos. El gobierno estatal ha convocado múltiples comités y grupos de trabajo, pero hasta ahora no se han podido lograr resultados consistentes y el sargazo crece de manera exponencial en las costas quintanarroenses.
En abril de 2019, los diagnósticos satelitales y climatológicos no fueron nada alentadores. Desafortunadamente, las condiciones se han vuelto propicias para que la mega- alga supere en casi 3.5 veces más los volúmenes alcanzados el año pasado, cuando, dicho sea de paso, se registró el mayor recale de la planta talofita en la historia; esto en cifras podría significar casi 3 millones de toneladas en los meses más cálidos (de mayo a septiembre).
En las últimas modelaciones entregadas por las plataformas que dan seguimiento a los vientos y corrientes marinas —que son parte de los factores que determinan este fenómeno—, se alertó que durante el año en curso se ha formado un nuevo mar de los sargazos, pero esta vez en el Golfo de México. Ello podría significar efectos devastadores para los litorales de Estados Unidos, México y Cuba. En el tiempo actual se reportan volúmenes diarios cercanos a las 200 toneladas de algas en municipios como Solidaridad y Othón P. Blanco en Quintana Roo.
El enfoque que se otorgue a esta contingencia es vital para el estudio, la búsqueda de soluciones y, en última instancia, la adaptación al problema. El alto potencial que tiene la macroalga para su comercialización podría ser la piedra angular para desarrollar una industria limpia, moderna y sostenible, única en su tipo. En el presente se realizan estudios piloto para determinar el aprovechamiento del sargazo, descubriéndose diversos usos destinados a la elaboración de biocombustibles, fármacos, fertilizantes, alimento para ganado y material para construcción, entre otros.
A la fecha, se estima que hay más de 70 productos y subproductos derivados del sargazo. Un empresario hotelero de la Riviera Maya, Carlos Gosselin, lo ha denominado “el oro del mar”. Varias empresas han mostrado un gran interés en desarrollar productos llamados “alginatos”, empleados para las capas entéricas de algunos fármacos o como materia prima para endulzantes artificiales.
La Secretaría de Marina actualmente es la dependencia federal encargada de coordinar y establecer un plan de acción ante una contingencia de tal magnitud. Irá acompañada por otras dependencias como Semarnat, SSPC, SRE y Sectur. Atenderá las entidades afectadas en las que se contemplan las costas del Caribe mexicano y el Golfo de México. Sin embargo, tendremos que esperar los resultados, ya que hoy en día no hay insumos suficientes para monitorear, contener, recolectar y aprovechar las grandes cantidades de sargazo que están llegando.
A pesar de que se cuenta con todos los elementos para la elaboración de un plan efectivo, por una falta de liderazgo no se han concretado las soluciones que requiere México. En primera instancia, 720 kilómetros ubicados en la península de Yucatán se han visto afectados por el sargazo, pero en una línea urgente de acción se podrían atender los 80 kilómetros ubicados en la Riviera Maya, donde se genera la mayor cantidad de actividades turísticas y comerciales de la entidad. Lo anterior en números se traduce en 8% del PIB nacional, es decir, 410 mil millones de pesos que corremos el riesgo de perder junto con la invaluable biodiversidad de la región.
Por todo lo anterior, nos encontramos ante un punto determinante en la defensa de nuestro futuro. Resulta urgente adaptar y coordinar esfuerzos para hacer un frente común que convierta un desastre natural en una oportunidad para prosperar.
*Maestro en Administración y Políticas Públicas, IEXE