Seguramente cuando Bel Geddes fue contratado por General Motors para desarrollar su pabellón en “Futurama” (1939) no imaginaba el impacto que iba a lograr en la visión de una sociedad con ganas de futuro. Sin embargo su cliente tenía muy claro el encargo que a Bel tocaría materializar. Se trataba de una exhibición que mediante maquetas, fotos y automóviles perfilaba lo que décadas más tarde sería nuestra realidad. Ciudades llenas de autopistas con catorce carriles, pasos elevados y rascacielos de 400 metros de altura presentaban imágenes que entusiasmaban sobre un futuro estilo los “supersónicos” cada vez más presente en nuestros días.
¿Se han dado cuenta que nuestros tiempos de trayecto cambiaron drásticamente en el último año? Lo que antes eran 10 minutos en el coche ahora son 20 o poco más. La congestión vehicular adorna nuestras calles y todos nos sentimos fuera del problema. Todos los días nuevos coches comienzan a recorrer nuestras calles y así va creciendo la bola de nieve. Es una cuestión lógica sobre el uso del espacio.
Lo que parecía una visión moderna y progresista pasó a convertirse en la materialización de una profecía más aproximada a la decadencia que a lo primero. Poco a poco nos empezamos a parecer a esas ciudades que antes veíamos en fotos, tapizadas de autos y cubiertas por una gran nube gris de veneno. Lo que parecen sueños ecológicos jipis comenzarán a cobrar sentido y entonces en vez demandar gasolina barata, vamos a exigir transporte público de primera y seguridad para transitar en bici y caminar por toda la ciudad.
Pero hasta ese momento y no antes; mientras seguiremos pensando que es momento de construir más puentes vehiculares y pasos a desnivel por que la infraestructura actual no es suficiente. Más pavimento, más velocidad, más prisas, más, más y más. No hay tiempo para hacer alguna pausa ni reflexionar o planear, se trata del progreso disfrazado de puente y de semáforo. La agenda presentada en “Futurama” se hace real, bienvenido el futuro.
@jorgeruvao