Artemidoro escribió de los sueños en el Siglo II. ESPECIAL
Artemidoro escribió, en el segundo siglo de nuestra era, un libro de título La interpretación de los sueños. Casi mil ochocientos años más tarde, Freud se inspiró en él para escribir su propia interpretación.
El nombre Artemidoro significa regalo de Artemisa que, como se sabe, era una diosa griega de armas tomar, cazaba con arco y flecha y de los episodios siempre espectaculares que azuzan su biografía, elijo este: junto con Apolo, su hermano gemelo, mató un enorme dragón, cuando eran los dos unos niños recién nacidos.
Artemisa controlaba el reino de los animales, cosa que caza con los sueños que a veces son fieras.
La tercera parte de nuestra realidad es soñada y Artemidoro, al hacer esta cuenta elemental, se puso a escribir su libro que, además de los sueños que desmenuza, es una fuente impagable de información sobre las ambiciones, las pulsiones y las repulsiones, los miedos y los deseos de la gente del siglo II. Esta evidencia nos invita a pensar que una sociedad es, entre otras cosas, lo que sueñan sus individuos.
Artemidoro nos habla de los sueños donde aparecen cejas, ojos, orejas o manos y, a partir de estos elementos, aventura diversos vaticinios pues el veía el mundo onírico como una cartografía en la que podía leerse el porvenir. Por ejemplo, nos dice: “Tener más de dos orejas es señal favorable para el que desea rodearse de unas personas que le obedezcan, tales como una esposa, unos hijos o unos criados”. También se ocupa de los que sueñan que tienen cabeza de animal: “Ver en sueños que se tiene una cabeza de león, lobo, leopardo o elefante es un signo favorable”. Pero más adelante dice: “Ver en sueños que se tiene cuernos de toro o de algún otro animal fiero conduce a una muerte violenta y, en la mayoría de las ocasiones, predice que el sujeto de la visión perecerá decapitado”.
También dedica un largo capítulo a los sueños eróticos en el que advierte del riesgo de soñar con alguna autoridad desnuda: “soñar con dioses desprovistos de sus atributos y ornamentos es un mal presagio”.
Jordi Soler