Los erasmistas eran un grupo de caballeros del espíritu, que vestían siempre de negro riguroso y que iban por las capitales europeas, a principios del siglo XVI, difundiendo los valores que Erasmo, el maestro de todos ellos, había escrito en sus libros.
Esos hombres de negro proponían, a la sociedad desarrapada de su tiempo, el orden social moderno. Así como los caballeros de armadura conquistaban el mundo con su espada ellos lo iban conquistando con su pluma, siempre siguiendo las ideas de su maestro.

Erasmo fue el primer humanista y su obra tiene todavía, en nuestro siglo XXI, una asombrosa vigencia, era el enemigo de los tradicionalismos y las mentalidades retrógradas, creía en el progreso de la humanidad a partir del humanismo y veía en la universalidad la posesión más sagrada, era la encarnación de la sabiduría, el optimum et máximum, fue el intelectual que convirtió la escritura en poder, era un pacifista que exigía la abolición de la guerra y concibió, antes que nadie, la unificación de Europa, pues era precisamente el momento, en el tránsito del siglo XV al XVI, en el que el continente adquirió relevancia mundial, además era políglota, hablaba y escribía el mejor latín de la época, propuso la interpretación de la biblia y, asqueado por el boato y la riqueza obscena de la iglesia romana, sentó las bases de la Reforma que capitalizaría Lutero, el monje agustino que acabó destruyendo el orden social moderno de Erasmo, cuando clavó las 95 tesis del protestantismo en la puerta de la iglesia de Wittenberg.
La revolución popular que vino después sepultó el erasmismo y pospuso por varios siglos la unión europea, pero antes de ese cisma aquellos hombres vestidos de negro, que eran la aristocracia del espíritu, iban por las ciudades difundiendo la obra y el pensamiento de Erasmo, observaban siempre una actitud distinguida, tenían un trato exquisito, eran extremadamente corteses, evitaban las palabras ásperas, eran tremendamente cosmopolitas y políglotas hasta el extremo de que escribir cartas o libros en su lengua materna les parecía una indignidad.