La noticia de que las películas de superhéroes están salvando de la crisis económica a la industria del cine, es otra de las evidencias de la infantilización que padece, desde hace algunos años, nuestra especie.
El adulto que, en el siglo pasado, veía comedias, dramas amorosos o películas de suspense, hoy ve Spiderman, Batman, Superman, Iron Man, Capitán América o Thor. Dejemos de lado el aura fálica de la cartelera, para centrarnos en las cualidades fundamentales de estos personajes: son muy fuertes y tienen algún súper poder; encarnan el sueño de cualquier niño (o señor infantilizado).
El adulto del siglo XXI se viste con las mismas prendas que usan sus hijos o sus sobrinos, los mismos tenis de colores pueriles, los mismos pantalones, gorras y sudaderas con capucha. También comparte sus lecturas: Harry Potter, El señor de los anillos y todo tipo de cómics.
Este adulto no sólo sigue comprando, y usando, juguetes, sino que usa los mismos con los que juega su hijo, la PlayStation, por ejemplo. Además se divierte con pasatiempos infantiles como grabarse haciendo proezas o gracejos, o haciendo directamente el tonto, en Tik Tok.
Este deliberado aniñamiento tiene su reflejo en la pretensión de mantener joven el cuerpo, someterse a un régimen saludable, beber café sin cafeína (con espumas y siropes, como los cafés infantiles de Starbucks), cerveza sin alcohol y cigarros electrónicos sin nicotina; se trata de rechazar los viejos vicios de los adultos del siglo XX abrazando la virginidad del cuerpo infantil: una compulsión por otra.
Quizá sea el patinete eléctrico la forma más refinada de esta infantilización; cientos de señoras y señores por las calles de todo el mundo montados en ese juguete que usaban cuando eran niños; se ponen saco y corbata, o un elegante traje sastre, y se van tranquilamente a la oficina, a impartir órdenes a otros adultos, a cobrar sueldos de gente mayor, y a liarse con la secretaria o con el chico de las fotocopias, para compensar tanta niñería.
Marvel Studios
Jordi Soler