Creíamos que las grandes ausencias iban a pesar. Estábamos muy equivocados. El Abierto de Estados Unidos no ha carecido de fuertes emociones gracias a que por fin se puede ver con mayor claridad que el futuro del tenis tras décadas del Big Three promete y mucho.
Debo confesar que este año que decidí aventurarme en modo aficionada y turista a Flushing Meadows, para poder palpar al fin un Grand Slam, estaba un tanto decepcionada con no poder disfrutar de Federer, Nadal, Thiem o Serena, pero fue la perfecta oportunidad para echarle un ojo a la NextGen.
La intensidad que caracteriza a las calles de Nueva York, sin duda se trasladó de vuelta al complejo en Queens, que volvió a recibir a su público. En lo personal no me había tocado estar en ninguna clase de evento con tal cantidad de gente y sin cubrebocas en 18 meses, pero parece que la obligatoria cartilla de vacunación y el hartazgo de la sociedad calman mentes.
No había más que fluir en el entorno, inevitable no extrañar lo que mueve el deporte. A diferencia de otros torneos del tour de la ATP donde he tenido oportunidad de estar, el US Open es show. La gente, los tenistas y el staff lo saben. Se entiende con cada celebridad sentada, sobre todo en las funciones nocturnas del Arthur Ashe, como con el juego de cámaras entre espectadores disfrazados que visitan de todas partes del mundo.
Pero regresando al enfoque meramente deportivo, vaya actuaciones de algunos adolescentes en ambas ramas. Desde el año pasado se venía hablando fuerte de Carlos Alcaraz, en mi percepción de manera prematura, ya que principalmente por ser español ya lo comparaban con Nadal. Pero con 18 años se acomodó en los cuartos de final tras dejar en el camino a Stefanos Tsitsipas en un partidazo a cinco sets. Se enfrentó a otro joven como Félix Auger-Aliassime por un pase a semis, pero una lesión lo obligó a retirarse del juego. Con esta actuación por supuesto se le augura un 2022 demasiado interesante.
Junto a Félix de 21 años, Leylah Férnandez de 19, ambos de Montreal, representan la nueva cara de Canadá, una con mucha diversidad. Leylah ya dio aviso de su talento al llegar a la final del Abierto de Acapulco en 2020 y luego al ganar Monterrey hace unos meses.
Emma Radunacu, en cambio, que también aterrizó en la semifinal y que había reservado incluso su vuelo de vuelta a casa para acabando las qualys, saltó a la fama con su actuación en Wimbledon. Con 18 años avanzará mucho en el ranking.
Ha sido sorpresa tras sorpresa, jóvenes con presentaciones que rompieron quinielas, arruinaron apuestas, pero que dejan agradables sensaciones y una sonrisa a cualquier aficionado al tenis.
Jimena Rodríguez