El actual orden mundial fue establecido y se ha ido consolidado por una importante clase social, la burguesía. Una burguesía compuesta por hombres con recursos materiales y con la instrucción, educación y preparación suficientes para lograrlo.
Este orden que hoy nos rige sustituyó al antiguo orden feudal, que encontraba su narrativa, justificación y legitimación en el derecho divino de los reyes, Dios eligió a los monarcas para gobernar los diferentes reinos sobre la faz de la tierra, y eran sustentados por la propagación de la fe, de los dogmas y de las instituciones que ayudaban a consolidarlo como la Iglesia y los ejércitos.
Este antiguo orden feudal fue sustituido por el actual sistema capitalista con una nueva narrativa e ideología; el contrato social, la soberanía popular, la representación popular, el gobierno del pueblo, el egoísmo personal en beneficio de todos, la división de poderes, y la democracia. El poder ya no deviene de Dios sino del pueblo, es la soberanía popular, basada necesariamente en la democracia. Es una nueva legitimación muy poderosa y capaz de sustituir al antiguo régimen que rueda al suelo junto con la cabeza de Luis XVI en la Revolución Francesa.
El problema para esta nueva minoría, la burguesía, fue y ha sido justamente la democracia, durante mucho tiempo la burguesía en el poder utilizó varias artimañas para burlar el gobierno de las mayorías implícita en la democracia, justamente para no soltar el poder. Algunas de estas manipulaciones se hicieron poniendo límites de edad, de riqueza, de color de la piel, de género, mediante el establecimiento de una segunda cámara, formada a veces por miembros hereditarios como en el Reino Unido, la implantación de colegios electorales como pasa en Estados Unidos en donde no gana el que obtiene la mayoría de los votos de los ciudadanos sino el que obtiene la mayoría de votos del colegio electoral, el sistema parlamentarista como un auténtico filtro a la elección directa del presidente, el gerrymandering como una “geometría electoral” o manipulación de los distritos electorales, la poderosísima manipulación mediática, las fakenews, la clasificación de información, la educación en países dominantes de elites con potencial de liderazgo político en países dominados, el condicionamiento para préstamos o financiamientos, el cerco mediático y político, la coalición de partidos políticos, el control del conteo de votos, el embarazo de urnas, la eliminación de adversarios a través de procesos penales para retirarles sus derechos políticos, el espionaje, las contribuciones de campaña para influir en el proceso político, el fraude electoral en variadas formas desde el voto duplicado, la anulación fraudulenta de boletas, el voto de los difuntos, la compra de votos, la quema de boletas, la corrupción de líderes opositores, la entrega de despensas, de tarjetas con dinero, las caídas de sistemas de cómputo, y en última instancia, los golpes de estado, el magnicidio, las dictaduras militares y la represión del pueblo con ejércitos mercenarios.
Hoy en día, la manipulación de la democracia se ha hecho muy difícil por la conciencia de la ciudadanía, por la conquista de nuevos derechos humanos y fundamentales, la apertura a la comunicación masiva con las nuevas redes sociales, y por el proceso de engaño y aprendizaje en la que hemos estado inmersos y de los cuales hemos aprendido.
Así es como en México logramos tener un presidente sorprendentemente elegido por el pueblo como lo es el presidente Andrés Manuel López Obrador quien hoy cuenta con un gran respaldo popular y lo mismo puede decirse de otros líderes como es el mismo caso del presidente Trump en los Estados Unidos quien claramente no forma parte del establishment de los Estados Unidos y que aun así detenta la primera magistratura de los Estados Unidos.
No es extraño entonces los ataques de esta minoría a este tipo de auténticos representantes populares, debemos todos tomar conciencia del momento estelar en el que vive la democracia en nuestro país. Es increíble, es motivo de orgullo y de celebración, por fin después de decenas y hasta centenas de años, de miles de muertes, por fin la soberanía parece realmente residir y emanar del pueblo de México.
*Profesor de la H. Escuela Internacional de Derecho y Jurisprudencia