El fin de semana, en el momento que la Selección Mexicana de futbol jugaba contra Alemania, el presidente Enrique Peña Nieto firmó diez decretos para modificar el estatuto de veda existente en 300 de las 756 las cuencas del país, que contienen el 55% de las aguas superficiales de la nación. Estos decretos abren la puerta para que el agua se utilice con fines lucrativos, lo que significa que los trasvases y megaproyectos hidráulicos destinados a la minería, turismo o industria inmobiliaria, podrán despojar “legalmente” a las pequeñas comunidades del recurso natural. Por si fuera poco, al utilizar la figura del decreto, la iniciativa no tuvo que pasar por el Congreso.
Voy con mis rábanos:
Con la matraca en la mano
festejó el país entero
cuando venció a aquel portero
el tiro de Hirving Lozano.
Latió en cada mexicano
más aprisa el corazón:
con lágrimas de emoción
se cantó el Cielito Lindo
por eso en mis versos brindo
y aplaudo a la Selección.
El domingo, día del padre,
frente al equipo alemán
se confirmó aquel refrán
que le escuché a mi compadre:
“por más que un doberman ladre
no hay enemigo pequeño”,
porque es sólo con empeño
como se vence al campeón
y el triunfo en esta ocasión
se lo trajo el chihuahueño.
Fue una fiesta nacional
de júbilo desmedido
por este primer partido
de México en el mundial.
Para bien o para mal
es un triunfo meritorio
y en medio de este jolgorio
los gritos de la afición
pedían canonización
para Juan Carlos Osorio.
Mientras tanto, allá en secreto,
-como quien un crimen fragua-
diez convenios sobre el agua
firmó Enrique Peña Nieto.
Permite, en cada decreto,
que se use el agua al antojo
del poderoso y en rojo
prende la alerta ambiental
si un recurso natural
es objeto de despojo.
Vendrán las trasnacionales
a invertir en desarrollo
y dejarán solo un hoyo
en donde hubo manantiales.
Los recursos naturales
no se entregan por un peso;
Peña agarró del pescuezo
de plano la democracia
y el decreto, por desgracia,
no pasó por el Congreso.
De frente a la portería
fallaba el tiro Layún
mientras nuestro bien común
Enrique Peña vendía.
Viene a opacar la alegría
de la victoria lograda
esta nota confirmada
y a mí me queda muy claro
que el triunfo nos salió caro
y al final... no supo a nada.