En política, un liderazgo responsable y moderno es aquél que, lejos de voluntarismos, toma en cuenta las condicionantes del entorno. Para decirlo con palabras de Weber, eso marca la diferencia entre los políticos de vocación y los políticos de afición; entre aquéllos que viven para el poder; y los que anhelan vivir, o seguir viviendo, del poder. Aseguraba que las cualidades de los políticos deben ser pasión, mesura, y sentido de responsabilidad; y que como “la política se hace con la cabeza, y no con otras partes del cuerpo”, “el político tiene que vencer cada día y cada hora a un enemigo muy trivial y demasiado humano, la muy común vanidad, enemiga mortal de toda entrega a una causa y la mesura”. Los siguientes casos muestran la ausencia de políticos profesionales y que -al igual como Weber lo reconoció para la Alemania de su época- nuestra clase política no está apta para gobernar.
1.- El de la licencia que, el esposo de Mariana, presentó para dejar el “puesto” (como si fuera un tenderete) de gobernador de Nuevo León por seis meses, sin ponerle fecha de inicio y término. Antes de que se le autorizara dejaba como “encargado del despacho al secretario general de Gobierno”, para que “las funciones esenciales sigan realizándose antes, durante y después de la licencia” (sic y recontra sic, dijera Monsiváis); cuando en esas licencias es el Congreso Local el que designa suplente. Este personaje dice tener tres Doctorados en Derecho.
2.- Las exigencias que Ebrard puso a MC para convertirse en su candidato: primeros “puestos” (dale con los puestos) en las listas del Congreso para su equipo más cercano; y una “candidatura de unidad y paciencia”. Y, a Morena, para mantenerse en el partido, “una disculpa pública y el 27% de las candidaturas plurinominales, ganadoras”. ¿Y tu nieve de qué la quieres?
3.- En el caso de Lemus, su acentuado narcisismo le impide reconocer la realidad: las condicionantes jurídicas sobre la paridad de género, no existen para él. Va y se registra como precandidato “de unidad”, de un “proyecto de muchas mujeres y hombres”, aunque encabezado por él mismo (y por quien nadie votó). En su megalomanía invita al gobernador como parte de la cargada para su registro y, como no pudo asistir, lo disculpa. En dicho acto se refiere en cinco ocasiones al principal adversario político del Ejecutivo como su “Gran Maestro, el Jefe Dante” (de Ripley).
