Hubo una época en que la causa feminista era más o menos sencilla se comprender y de solidarizarte con ellas. Te leías a Simone de Beauvoir y luego te actualizabas con Camille Paglia y te esforzabas en sentir culpa por tu herencia machistas y falocentrócata lavando más trastes, trapeando más fuerte y enfrentándote a los misóginos y viejos cochinos que se pasaban de lanzas. Había que protegerlas, apoyarlas, ser solidarios y acompañar sus esfuerzos y con eso era suficiente a ritmo de Cecilia Toussaint, Madonna y Chavela Vargas.
No existían los conceptos de inclusión, resiliencia, sororidad ni nada de esas cosas que hoy nutren los encendidos discursos de las feministas de hoy que, nada de tururú tururú, salen a tomar las calles con fiereza y el puño levantado por estar hasta la madre de ser víctimas de feminicidas impunes que merecerían castigos ejemplares. Y me retumban las palabras de Catalina Ruiz-Navarrete, autora de un libro que debería de ser lectura obligatoria, Las mujeres que luchan se encuentran (Manual de feminismo pop latinoamericano), cuando en la dedicatoria me puso algo que más que dedicatoria era como una receta obligatoria: “¡A traicionar al patriarcado!”. Una lectura que permite entender que, dada la naturaleza procaz de la injuria contra las mujeres, no importan los monumentos intervenidos, los cuadros rayados ni las madrizas desatadas contra las instituciones, que mientras los gobiernos y los funcionarios (más si se autodenominan de izquierda pero que en este tema parecen peor que panistas) no reaccionen y tomen medidas profundas, sensibles y vinculantes, esto se va a poner peor. Pasó el 8 de marzo, pasó en la sede de la CNDH y pasó ahora en el día por las reivindicaciones por una aborto seguro y legal que tanta falta hace.
Ni AMLO ni la Sheinbaum han sido capaces de organizar un discurso incluyente que deslinde entre la legitimidad urgente del movimiento feminista con todas sus aristas, y aquellos grupúsculos que se filtran como un mal bicho para contribuir al caos y al desorden. Pero tampoco estos colectivos han sido capaces de mediante una lógica Heidi de “Abuelito dime tú” que parece que es la que hace falta, mostrarle al gobierno que no son el enemigo y que, en la calle, codo a codo, podrían ser mucho más que dos.
Maldigo a ese fakeminismo que se relamía los bigotes imaginando el encontronazo en el Zócalo entre feministas y FRENÁAPteros que, afortunadamente, no ocurrió.
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@jairocalixto