Con miedo, pero con más ganas de volver a ver a sus padres, madres, abuelos, abuelas y algunos otros familiares en Estados Unidos, menores de edad salen de sus lugares de origen con el objetivo de cruzar fronteras.
En medio de diferentes riesgos, entre ellos, perder la vida en la ruta a la frontera norte de México o dentro del territorio norteamericano, los menores de edad dan paso por paso en busca de reencontrarse con su familia.
Muchos llevan la dirección, otros solo tienen el nombre de la ciudad y, algunos más, solo han escuchado que en Estados Unidos están sus seres queridos; sin embargo, en diferentes ocasiones nadie los espera porque solo se salieron un día de sus casas en busca del reencuentro.
Según datos del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef), entre marzo y mayo de este año, es decir, en los primeros tres meses de la emergencia generada por el coronavirus, mil niños migrantes no acompañados fueron devueltos desde Estados Unidos a México.
La misma Unicef reporta que México mandó durante el primer trimestre de la emergencia a 447 sus países de origen, Guatemala y Honduras. Los niños viajaban sin ningún acompañante y con el objetivo de reencontrarse con sus seres queridos.
Los registros que tiene la Unicef son apenas la punta del iceberg del problema porque existen muchos niños que se quedan en el camino, menores que tuvieron accidentes y no pudieron continuar, niños que sufrieron ataques de grupos delictivos e hijos que pudieron llegar a ver a sus padres en Estados Unidos.
El fenómeno migratorio de menores es multifactorial y, pese a la emergencia sanitaria, los niños, niñas y adolescentes arriesgan su vida para alcanzar el sueño de volver a ver a sus seres queridos.
Al intentar cruzar el territorio mexicano, una parte importante de los menores de edad viaja con la asesoría de grupos delictivos que cobrarán su trabajo a los padres, madres y familiares que ya viven en Estados Unidos.
Si viajan sin apoyo de los grupos delictivos, los menores son hostigados y existen casos de reclutamiento forzado para realizar diferentes actividades que están fuera de la ley o son víctimas de diferentes abusos.
El problema es grave y aunque no existan estadísticas precisas, el cruce de menores migrantes es un fenómeno que no se detiene pese a la posibilidad de contagios por coronavirus y que podría aumentar en próximos meses ante la agudización de los problemas económicos y familiares.