Cultura

Vindicación de Malinche

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  • Jaime Muñoz Vargas

Malinche y la conquista de México (UA de C, Saltillo, 2023, 171 pp.), nuevo libro de Saúl Rosales, cumple lo que su título promete: 

por un lado, varios de sus ensayos recorren la circunstancia de la indígena que sirvió principalmente como traductora al regimiento español y, por el otro, nos acerca a varios momentos de la empresa que tuvo como eje a Hernán Cortés. 

Es, el del escritor y maestro lagunero, un libro trazado durante los años del quinto centenario de la conquista europea al suelo mexicano, los que van de 2019 a 2021.

El tema de este título no es cómodo, pues bien sabemos que el debate sobre la conquista de América en general y de México en particular se ha extendido por décadas y la paleta de opiniones va, hasta la fecha, del blanco al negro con todos los grises posibles en el medio. 

La polémica se da desde lo nominal: ¿cómo debemos llamarle? ¿Conquista? ¿Genocidio? ¿Choque de dos mundos? ¿Encuentro inevitable? ¿Proyecto civilizatorio? ¿Conmemoración? ¿Efemérides? ¿Pesadilla? Por esto digo que no es un libro cómodo, ya que, si lo miramos bien, los acontecimientos ocurridos a partir de 1492 en el territorio que luego sería llamado América conjugan todas o casi todas las posibilidades de la denominación: 

lo mismo fue un encuentro inevitable que un genocidio y un culturicidio de los pueblos originarios y, en algún otro punto y con asegunes, un proyecto civilizatorio. 

Pero todo es y será debatible, claro, y qué no lo es cuando hablamos del pasado y las desventuras de la humanidad. 

Ahora bien, en el libro que nos ocupa es destacable una suerte de equilibrio en la ponderación: más que exaltar a unos o a otros, el autor resalta, subraya, enfatiza que todo ese proceso fue una hazaña de indígenas y españoles. 

Hay figuras señeras, obviamente, pero a ellas debemos sumar miles de rostros anónimos que en el ataque y la defensa se mostraron bizarros en el primer sentido —el único que debería tener— de esta palabra.

En sus ensayos —ensayos de interpretación, preciso—, Saúl Rosales interroga sobre todo los tres libros más salientes escritos en torno a la conquista de México: las Cartas de relación, la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España y la Historia general de las cosas de la Nueva España, de Cortés, Bernal Díaz y Bernardino de Sahagún, respectivamente. 

Junto a ellos, convida una batería no muy amplia pero sí valiosa de especialistas en el tema como Miguel León Portilla, Christian Duverger y Camilla Towsend.

Creo seriamente que lo sustancial en Malinche y la conquista de México no está en el aparato erudito, sino en la destreza de su autor para cuadrar los asuntos que acomete. 

Los textos que componen este libro son por ello excelentes ejemplos de ensayo libre, subjetivo, de interpretación. 

En todos asoma asimismo la buena prosa y la originalidad del abordaje, rasgos clave a la hora de valorar los trabajos de este género y acaso de todo tipo de escritura. 

Dividido en tres partes tituladas “Malinche”, “Variaciones sobre la conquista de México” y “Más variaciones, 1519-1521”, contiene 29 piezas y una acuciosa presentación escrita por Salvador Hernández Vélez. 

En la parte inicial, Rosales focaliza su atención en la figura de Malinche, y, sin aspavientos, más que simpatizar, empatiza con ella, por decirlo con una palabra hoy tan de moda.

Los primeros textos del libro dan cuenta del personaje fascinante que es Malinche. 

Con todo en contra desde niña, va rebotando en su escarpada biografía hasta terminar como pago en especie (humana) a las huestes de Cortés luego de la batalla de Centla. No rebasa los veinte años y ya el barroquismo de su destino la ha zarandeado hasta convertirla en casi nada.

El azar, sin embargo, le juega a favor cuando se convierte en propiedad de los soldados españoles, y más particularmente de Cortés: por nacimiento y luego por haber sido vendida a una comunidad que no era la suya, Malinche sabe náhuatl y maya, y como el capitán lleva a Gerónimo de Aguilar, recién rescatado en tierras de la península yucateca, hay un español que sabe maya; así la cadena de transmisión comunicativa queda establecida con dos traductores que serán fundamentales en las órdenes a los aborígenes aliados y en los tratos o desavenencias con los enemigos: 

Malinche recibe la información en náhuatl, la comunica en maya a De Aguilar y éste la pasa en español a Hernán Cortés. 

Este flujo verbal tripartita no duró mucho, pues Malinche, virtuosa políglota al fin, pronto se hizo de la lengua española y por su medio comenzó a pasar toda la información del náhuatl para Cortés y del español para sus interlocutores indígenas, de ahí que fue ella la principal bisagra entre las dos lenguas, que es como decir entre las dos cosmovisiones.

Esto puede hacer pensar en un deslumbramiento exclusivo del autor por la figura de la “lengua” o “faraute” de Cortés, pero no es así. 

En todas las páginas de su libro hay un relente de admiración por aztecas, tlaxcaltecas y españoles por igual, lo que nos lleva a reconsiderar odios retroactivos.

Por todo, este de Saúl Rosales es uno más de sus valiosos libros, “un testimonio —como señala Salvador Hernández Vélez en el prólogo— que documenta fielmente (…) el pulso de la vida nacional durante el inicio y la consumación de la conquista de México a quinientos años de distancia”.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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