Cultura

Ocho apodos que cantan

  • Ruta norte
  • Ocho apodos que cantan
  • Jaime Muñoz Vargas

En alguno de nuestros desayunos gorderos salió a relucir el apodo de Gardel. 

Me refiero a la conversación entre Saúl y yo, un diálogo que suele avanzar por derroteros imprevisibles, la mayor de las veces sobre asuntos relacionados con la literatura, el periodismo y las pequeñas y grandes calamidades de la vida cotidiana. Gardel, recordamos, fue denominado “El zorzal criollo”. 

Incitados por este sobrenombre, no dejamos de sonreír ante los que brotaron en la conversación. 

Traigo estos ocho alias de cantantes que la radiodifusión y la cinematografía se encargaron de encumbrar y que ya casi nadie recuerda.

El bigote que canta. Fue el sobrenombre del habanero Bienvenido Rosendo Granda Aguilera de quien celebro dos boleros: “Total” y, el mejor, “Angustia”. Saúl tiene razón: con ese nombre no necesitaba la sinécdoque de su apodo.

El flaco de oro. Agustín Lara llevó este apodo áureo y otro igual de famoso e hiperbólico: “El músico-poeta” de quien aplaudo muchas, una de ellas “Escarcha”.

El samurái de la canción. Ciertamente, nunca de mis favoritos, pero su voz me agrada de rebote porque al oírlo recuerdo a mis viejos. Lo propongo con “Espérame en el cielo”.

Llamarlo “samurái” fue un preciosismo que hubiera aplaudido hasta Rubén Darío.

El charro-cantor. Tampoco de mis favoritos, pero pocos mejores que él para sacar adelante “El arreo”, huapangazo que alguna vez cantó junto al cómico duranguense Armando Soto La Marina, Chicote.

El barítono de Argel. También mote epifánico. Santanderino muy poco recordado. La canción que lo llevó a la fama fue, claro, “Quinto patio” de Luis Arcaraz.

El ruiseñor de América. Del ecuatoriano Julio Jaramillo, quien durante un tiempo se adueñó del bolero en América Latina. 

Su canción emblema fue, creo, “Rondando tu esquina”, pero a mí me gusta más en el bestial tango “Confesión”.

El rey del falsete. Oriundo de Chihuahua, Miguel Aceves Mejía interpretó como nadie los huapangos, género en el que el quiebre de voz conocido como “falsete” es un requisito sine qua non. 

Nada mejor que recordarlo precisamente con “Rogaciano el huapanguero”.

El señor de las sombras. Javier Solís, un monstruo, acaso la mejor voz mexicana de la música campirana. “Sombras”, tango convertido a bolero, fue su mascarón de proa.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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