Varias antologías poéticas personales publicadas por el Gobierno del Estado de Coahuila están disponibles con descarga gratuita dentro de la web de la Secretaría de Cultura estatal.
Si bien han tenido difusión en su formato de papel (yo mismo tengo casi toda la colección), es una buena noticia saber que también están, gratuitamente, al alcance de la vista y la sensibilidad lectora en su formato digital. Uno de los títulos a disposición es Nudista, de Jorge Valdés Díaz-Vélez.
Pese a ser larga, la semblanza de este autor nacido en Torreón, Coahuila, en 1955, apenas alcanza para describir el valor de su trayectoria. Jorge Valdés es poeta y diplomático.
Como Miembro de Carrera del Servicio Exterior ha trabajado en las Representaciones Diplomáticas en Argentina, Costa Rica, Cuba, Marruecos y España. Es autor de dieciséis libros de poesía publicados en México, Cuba, España e Italia.
¿Dice una cédula biográfica lo que el escritor abarca? De algún modo sí, claro, pues da cuenta de la trayectoria específica que ha seguido, pero nada mejor que acceder, como en este caso, a los textos para dimensionar el valor de su trabajo ya con la obra puesta sobre la mesa y a merced de la valoración.
Como se trata de una antología personal, esta selección nos acerca parte de lo que el mismo autor ha considerado representativo de su hacer.
A diferencia de las antologías, digamos, no creadas por el propio autor, sino elaboradas por un tercero, aquí podemos indagar con más precisión en aquello que el escritor percibe como más valioso de sí mismo o al menos lo más definitivo.
En Nudista —título que no oculta lo mucho que el trabajo poético puede tener de strip tease— Jorge Valdés recoge 45 piezas distribuidas en tres de sus libros: Otras horas, Mapa mudo y Los alebrijes.
En todas ellas hallamos al poeta concentrado, no torrencial, en el despliegue de su emoción interior.
La mirada toma de afuera los elementos de la realidad y es en los íntimos pliegues de la consciencia donde el poema adquiere cuerpo, consistencia.
Los versos se y nos interrogan, buscan sentido, pero no llegan a conclusiones ni a moralejas que derrumbarían la eficacia del poema.
Por ejemplo, en “Polaroid”, el recuerdo detonado por la observación de una foto enlaza el presente con el pasado en un instante e insinúa el abismo que se abre entre ambos puntos, el abismo que es el tiempo transcurrido y ya irrecuperable:
“Son siete contra el muro, de pie, y uno sentado. / Apenas si conservan los rasgos desleídos / por los años.
Las caras resisten su desgaste, / aunque ya no posean los nítidos colores / que ayer las / distinguieron.
Entre libros y copas, / las miradas sonrientes, las manos enlazadas / celebrando la vida de plata y gelatina / se borran en el sepia de su joven promesa. / Por detrás de la foto están escritos la fecha, / los nombres y el lugar de aquel encuentro. Fuimos / a presentar el libro de uno de los amigos / que aparece en la polaroid viendo hacia el vacío. / Después se hizo la fiesta y más tarde el accidente / nos llevó al cementerio.
Dijimos en voz alta / sus poemas. Los siete contra el muro, de pie, / uno leía.
Todos aún lo recordamos / y casi por costumbre le voy a visitar / con girasoles.
Todos hemos envejecido / menos él, ahí en la vista fija. Nos mira / desde sus 20 años, que son los de su ausencia, / con ojos infinitos de frente hacia la cámara, / llevándose un verano tras otro, aunque comience / a degradar su tono naranja sobre el duro / cartón de la fotografía”.
Lo poesía de Jorge Valdés tiene el poder de emocionar y comunicar, de convertir lo inmediato, lo personal, en sentimiento que también el lector logra vivir.
Es Nudista, por todo, un libro que debemos conocer.