Una de las economías que movilizan más recursos es la de la fiesta.
Reunirse en algún sitio para relajar el ánimo, para convivir y celebrar lo que sea, pone en marcha un engranaje económico tan grande que de inmediato se reciente cualquier pausa.
El distanciamiento social que trajo la pandemia nos arrecholó en reductos cerrados y limitó superlativamente el contacto, la posibilidad de convivir festivamente, y dislocó de golpe el gregarismo que supone la condición humana.
Esta limitación ha marcado de incomodidad el paso de los días que corren: la gente extraña tanto la convivencia que en algunos casos el agobio ha llegado a la desesperación, a la necesidad de ayuda especializada.
Por ello, a medida que han pasado los días de encierro muchos han decidido revelarse.
Se arriesgan y arriesgan a los demás, cierto, pero es tan fuerte su deseo de interactuar/pachanguear que se la juegan.
Hay evidencias en internet de barrios sorprendidos en pleno jolgorio, metidos de lleno en el baile y la bebida.
La autoridad ha estado allí, por suerte, para disuadirlos, pues el peligro no ha pasado aunque parezca que ya vamos de salida.
Mientras esto siga así, lamentablemente no podrá activarse el universo de productos y servicios vinculados con la fiesta. Imaginemos todo lo que es, y comprobaremos el mundo de dinero y de relaciones económicas entabladas por los actos celebratorios.
Bodas, quinceañeras, bailes, cenas, paseos, espectáculos públicos y hasta simples reuniones familiares ponen en marcha un engranaje de compra-venta que lo roza todo, de ahí que en este momento esté frenado el circulante que aceita tal sistema y otros más.
Si pensamos en un solo ejemplo, la organización de una boda, advertiremos lo que en este momento no se inyecta al cuerpo de la economía: no hay renta de salones, no hay contratación de grupos musicales, no hay compra de banquetes, no hay adquisición de ropa nueva, no hay pago de procedimientos civiles y así un largo etcétera hasta llegar a la gratificación y la propina de los meseros.
Si podemos multiplicar estas erogaciones por decenas de casos en un solo fin de semana para La Laguna, sólo para La Laguna, entonces sacaremos en claro que el panorama actual, y el venidero en lo inmediato, no es nada halagüeño, dado que a las bodas tenemos que sumar , o restar, el dinero que no circula en las demás formas de festejar algo.
Suena frívolo pensar en fiestas ante una emergencia sanitaria como la actual, pero por dos razones no es ocioso destacar y valorar su importancia: por sus beneficios catárticos en primer lugar, y en segundo porque allí hay una economía en la que todos ayudan a la dinamización el mercado: desde quien contrata el mejor salón de Montebello hasta quien compra una humilde piñata de cumpleaños.