En nuestros diálogos cotidianos los mexicanos empleamos dichos, dicharachos y refranes que nos ayudan a expresar nuestros conceptos. Tal es el caso del encabezado de esta columna. Me valí de él para ilustrar el tópico del momento: la violencia política en razón de género.
El origen de la expresión el año del caldo, se remonta al siglo XVl en la Nueva España. En aquel momento dio inicio el cobro de impuestos a la importación de bebidas que se clasificaban como “caldos”. Han transcurrieron 500 desde entonces.
En aquellos tiempos solo había dos clases sociales en la Nueva España: una, españoles y criollos, dos: los nativos originarios, explotados como mano de obra para trabajos rudos: agricultura, minería, construcción… Los españoles y criollos eran los mandones. Sus mujeres eran recatadas y sumisas (costumbres del año del caldo). Ahora, esa actitud es parte de la historia.
En nuestro país los movimientos por los derechos femeninos iniciaron tardíamente. Aun así, con su entereza conquistaron sus derechos, ganaron a pulso su participación igualitaria. Actualmente practican infinidad de actividades que en el año del caldo eran patrimonio exclusivo de los hombres, juegan futbol, boxean, pilotean aviones, dicen majaderías, conducen tráileres, practican lucha libre y desempeñan infinidad de actividades que les estaban vetadas en el año del caldo.
En estos momentos hay dos féminas en pos de la presidencia de México, una es precandidata oficial, la otra es candidata de la oposición. Ésta se queja de que existe una campaña en su contra instrumentada en la fórmula violencia política en razón de género.
El precio que deben pagar las mujeres que incursionan en política es estar dispuestas a tolerar agresiones, ofensas, discriminación y cuestionamientos. Ese estilo rudo lo impusieron los hombres; es una manera de hacer política. Es el “ingrediente” de la libertad de expresión.
En política no hay diferencia entre hombres y mujeres, las reglas y sanciones son las mismas para ellos y ellas. Si en el futbol una jugadora comete una falta se le sanciona de igual manera que se sancionaría a un hombre. En el deporte de las patadas no existe la violencia deportiva en razón de género.
Colofón
A pesar de que las féminas han conquistado espacios que tiempo atrás estaban reservados para los hombres, todavía les gusta que les abramos la puerta, que les cedamos el paso, que les enviemos flores… Esos detalles ancestrales siguen siendo un bonito ingrediente de su femineidad.