Mañana se cumplen 21 años ya del asesinato del Cardenal Juan Jesús Posadas Ocampo en el estacionamiento del aeropuerto Miguel Hidalgo, a donde me tocó llegar a reportear cuarenta minutos después de ocurrida la balacera que estalló alrededor de las 15:00 horas.
Checando mi archivo de este magnicidio que se dio en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari y conmocionó a nuestra ciudad, al país y trascendió al mundo, y que fue factor decisivo para la primera derrota del PRI en Jalisco dos años después, recupero dos declaraciones del presunto autor material del asesinato del religioso, que confirman mis dudas tanto de la versión oficial de la confusión, como la del complot que empujó el Cardenal Juan Sandoval y el panista Fernando Guzmán Pérez Peláez (hasta que en el 2012 salió de la escena política tras su estrepitosa derrota en la elección para gobernador), y cuya postura hizo propia el primer gobierno blanquiazul, que encabezó el ahora regidor tapatío, Alberto Cárdenas Jiménez.
A Edgar Eduardo Mariscal Rábago, alias El Negro, me tocó hacerle la primera entrevista el 25 de septiembre de 1995 en el penal de Ahome, (Los Mochis), Sinaloa, horas después de ser recluido acusado de haber sido el que disparó contra el Cardenal, pensando que se trataba de Joaquín El Chapo Guzmán.
“La PGR ya boletinó que usted es el que mató al Cardenal Posadas en el aeropuerto de Guadalajara por error, que en realidad usted iba por el Chapo, ¿Así fue?”, le pregunté. “Eso es mentira”, reaccionó de inmediato aquel hombre, con semblante campesino y vecino de una marginada colonia de Los Mochis, “yo en ningún momento lo he aceptado. Yo lo que les dije es que sí los conocía (al Güero Jaibo y a Javier Adán Mariscal Villegas, quienes también habrían disparado contra el prelado), pero de vista, porque yo pasaba por ahí cuando iba a trabajar. Hubo mucha presión, no me torturaron mucho, pero me hicieron firmar la declaración que no me dejaron ni leerla, y la firmé porque me estaban obligando, apuntándome con sus pistolas en la cabeza y dándome golpecitos. Yo ni siquiera conozco Guadalajara”.
La declaración ministerial a la que se refería Mariscal la había dado dos días antes y dice así:
“Al ver (…) un Grand Marquis de color blanco (como el) que usaba el Chapo Guzmán (…) le efectuamos disparos a los ocupantes (…) enterándome posteriormente que la persona contra la cual había disparado era el Cardenal “.
Esta contradicción lo menos que provoca es la duda en la teoría de la confusión, pero el caso es que en la del complot no creyó ni la misma Iglesia católica en su conjunto, y prueba de ello fue lo declarado ministerialmente por el entonces influyente obispo de Ecatepec, Onésimo Cepeda, en la que sostuvo que Posadas era un hombre de oración y que no admitía ni la versión de la confusión ni la del tercer grupo que presuntamente aprovechó el fabricado encuentro del Chapo con sus rivales los Arellano, para matar al Cardenal por orden del gobierno.
El caso pues, 21 años después, sigue siendo un extraordinario reto periodístico para buscar la verdad no contada del aquel episodio que nos marcó.
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