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Retratar al tiempo

  • Columna de Ivette Estrada
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  • Ivette Estrada

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Música y tiempo, reminiscencias de culturas precolombinas, mimetización de mujeres en frutos, mitología reinventada y sor juanas de la era del Covid con técnica surrealista-, son parte de la obra plástica de María Teresa Galván, la duranguense que empezó a pintar mundos distintos en papel de estraza cuando era niña.

“Mis padres eran comerciantes, y la envoltura de las mercancías conformó mis primeros lienzos”, rememora la artista plástica.

Egresada de la Academia de San Carlos, con más de 300 exposiciones en países como Marruecos, India, Japón , España, Argentina y Estados Unidos, Galván descubrió su fascinación por la viruta de los colores de madera. “Y supe, desde siempre, que me dedicaría a pintar y a crear significados más allá de las figuras conformadas con luces y sombras. Convertí el pincel en varita mágica y en señuelo de anhelos”.

Así comenzó a navegar en distintas geografías, sobre un barco irreal de velas de partituras. “Mostré mi obra lo mismo en Francia que en Perú, Canadá, Italia o Cuba…encontré la maleabilidad del tiempo y logré perpetuar momentos”, comenta la creadora de un autoretrato en el que aparece con tres edades diferentes sobre el mismo lienzo.

En otro de ellos, Maria Teresa tiene el rostro de las calles de Cuba, como una demostración de que regresamos a los lugares que nos hicieron felices. En “Mi esencia”, una obra mixta de 2019, aparece una mujer que sostiene las manecillas del reloj para evitar que los buenos momentos concluyan y muestra en esa obra un manojito de pensamientos y una partitura que semeja la caracola de mar, una paleta de colores y vestigios de fiesta. Esa obra puede representar una radiografía fidedigna de su psique, que encuentra pretextos de belleza hasta en lo más nimio.

Pero su obra no se limita a la autotelia de lo estético, sino una reivindicación de la mujer y un viaje onírico a deseos acendrados y silentes. La Medusa, por ejemplo, Galván la pinta y esculpe con partituras musicales en lugar de serpientes por cabellos. Cuestiona, así, el injusto castigo a una víctima de la violación perpetrada por Poseidón, el dios de los mares.

–¿Qué inspira a María Teresa Galván para pintar escenas en apariencia inventadas o extraídas de los sueños?

–La vida, la cotidianeidad.

Y muestra entonces el retrato que hizo de su madre, una tejedora de alas para cada uno de sus nueve hijos. Después aparece una obra inquietante: una mujer se columpia indolente mientras su pasado representado en hojas de papel conforma una hoguera. Y esa mujer soy yo y cualquier espectadora, y las llamas el permiso deslumbrante para continuar pese a finales y duelos. Es el precioso convite de que la vida sigue, es la respuesta a una interrogante pronunciada desde siempre… Es un llamado a continuar la vida.

En esa casa de paredes plagadas de obras mágicas y tapias de cristales, la artista que abraza el surrealismo figurativo nos muestra una insólita sandía amarilla. ¿Dónde queda la realidad y aparece la fantasía en este lugar? Una gerbera se convierte en parasol en un lienzo y una mujer, de forma simultánea, se transforma en pera mientras una joven toca la caracola y las plumas sacras del avestruz rememoran un lejano misticismo.

En el mundo de Galván, en hogar y estudio, se desborda fantasía y es posible hallar en una manzana el torso de un hombre o la representación de un torero, con traje de luces bordado en oro, que reta a la luz del sol desde la tapia.

La ganadora del segundo lugar en el Festival Internacional Da Vinci en 2018 y los galardones internacionales Ray Tico, México en tus manos, Mujeres de Excelencia de la Cámara Nacional de la Mujer y otros premios y reconocimientos, conforma una simbiosis entre la música y las formas y colores. “Se entrelazan, se funden, se complementan”, Y en “Serenata bajo la luna”, una muchacha arrobada observa a una violinista cubierta de noche.

Portadas de infinidad de libros, las creaciones de María Teresa Galván son radiografías del tiempo y un ángel que entra a una iglesia revive su infancia. El tiempo…siempre el tiempo. Y bajo este sello de todas las culturas representará en breve a Sor Juana, la Juana de Asbaje en tiempos de coronavirus.

Ivette Estrada


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