Si en el Medievo transformar metal común en oro fue el corazón de la alquimia, hoy, en plena era digital, todas las ramas del conocimiento emprenden una búsqueda más profunda y ambiciosa: cómo crear felicidad.
En aras de ella se adquieren reinos y se comprometen nombres y tiempo. Incluso, cada vez aparece como asignatura en muchas universidades. Sin embargo, subyace una sabiduría intuitiva y milenaria de que la felicidad se construye.
Aunque existen diferencias de criterios acerca de cuáles son los elementos para crear la felicidad, científicos, teólogos, artistas y una pléyade de especialistas coinciden en que los dones, amabilidad, gratitud, perdón y espiritualidad.
La plenitud se relaciona de manera directa con el autodescubrimiento de nuestros dones, capacidades o habilidades y la autorrealización a través de ellas. Algunos les llaman fortalezas y se develan con la introspección y la remembranza de los propios éxitos en la vida. Pragmáticamente, pueden descubrirse a través de un cuestionario en www.authentichappiness.org.
Sin embargo, no basta percatarse de las competencias. Las destrezas deben usarse de manera innovadora y cotidiana para afianzarlas y volverlas parte de nuestra vida.
La amabilidad, por otra parte, genera círculos virtuosos de reciprocidad, cariño y bondad. La felicidad que genera aumenta en la medida que se varían los actos de altruismo y atención a los otros y están menos espaciados en el tiempo.
En tanto, la gratitud es más que un intencional “gracias” o bendición y clamor para que el universo premie una buena acción o atención. También representa un poderoso llamado a experimentar el disfrute y las experiencias positivas.
Con el perdón sucede algo semejante: al perdonar a quien nos daña, las emociones negativas se sustituyen por otras más benévolas o por comportamientos más positivos. Quien perdona no lo hace por otro sino por sí mismo, para que exista serenidad en él.
En la creación de la felicidad tiene un importante rol la espiritualidad o conexión con lo divino. No es la práctica de una religión, es asumir un sentido de vida que traspasa al propio yo. Meditar, asegurarse de estar en el aquí y ahora y asumir algunos rituales de distintas religiones, permiten acceder a la espiritualidad. El centro energético que lo rige está en el séptimo chakra o centro energético que nos conecta con la noción de ser parte del cosmos.
La felicidad no es un objetivo acabado e inamovible. Se trata de una construcción multifactorial y contextual, una creación que no determina nuestra historia y circunstancias, sino la autodeterminación a hallarla pese a que no todo es como queramos.
Modificar la percepción actúa de manera inmediata con los pensamientos, sentimientos y emociones. Son flechas que incidirán en lo que diremos y las acciones que tomaremos. Por ello reflexionar acerca de nuestros diálogos internos nos permiten analizar con qué materiales creamos nuestro mundo.
Somos generadores de las verdades que están en el mundo tridimensional que vivimos, pero también de los universos sutiles donde reside la imaginación, ideas y recuerdos.
Ivette Estrada