Política

¡Bienvenidos a casa!

  • Columna de Ivette Estrada
  • ¡Bienvenidos a casa!
  • Ivette Estrada

Regresan, siempre regresan. Me lo prometió mi abuela:

-Cada año estarán aquí los muertos niños y grandes, por eso hay que tener sus lucecitas y flores.

Me decía mientras colocaba una humilde ofrenda con pan sobre papel picado que simboliza la alegría.

-Cuando ya no esté tu harás un altar para nuestra familia del cielo.

Lo que no me dijo es que ellos, los seres amados que ya se fueron, siguen aquí: en los recuerdos, el aire, la imaginación y los sueños. Están en cada rincón de la casa, en las anécdotas y en las lunas de los espejos.

Guardo la voz de mi mamita en el silencio, la risa de mi padre en la imaginación. Ellos nunca se fueron: viven en lo inmutable y sacro. Su esencia se arraiga en cada fragmento del tiempo.

Día de muertos es una conmemoración de un linaje precioso que a veces parece lejano. Pero hay un consuelo dulcísimo en el paisaje: desde mediados de octubre comienza a descender el cielo, hasta parece que podremos tocar las nubes. Esa intersección feliz, puente entre esta realidad y el mundo feliz y perfecto que desconocemos, se remarca con las mariposas blancas que abundan misteriosamente en el preludio del Día de Muertos.

Muchas personas visitan los panteones: llevan comida, música y lealtad a los seres amados que ya no están aquí. Otros colocan tequila y mezcal en sus altares, retratos y objetos que les pertenecieron a nuestros deudos. Se llenan las casas de simbolismos: luz para apaciguar las tinieblas del purgatorio, sal para bendecir espíritu y carne, flores para honrar la belleza de la vida, alimentos como sustento, agua como elemento de sacralidad en la existencia espiritual.

El chocolate es gozo, las calaveras de azúcar nuestra certeza de que ellos, los seres amados que ya trascendieron, están en una vida feliz.

Pongo el altar en los días de muertos y de todos los santos. Pero confieso que en mi recámara están los 365 días del año: retratitos sepias con flores, homenaje eterno de amor y gratitud a mis padres.

Honrar la muerte es glorificar la vida, rendir tributo a mi estirpe, a mi bisabuela y abuelos, tíos, primos y padres, a mis muertitos que conocí en persona y a aquellos de los que sólo oí sus nombres e historias.

En mi ofrenda hay flores y luces que la noche vuelve naranjas-ámbar, el color de la eternidad y los soles. En el recuerdo la certeza preciosa de que ellos, mis seres amados, están conmigo siempre, porque el amor es más grande que la finitud del hilo de vida, porque su legado no se extingue. No es sólo memoria: es espíritu que se perpetúa con la gratitud, las oraciones y su bendito nombre.

Queridos abuelitos, papás, tíos y primos: nos veremos pronto en su nueva morada. Mientras tanto ¡bienvenidos a casa! Los amo siempre.



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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de Notivox DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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