De todos es conocida la historia de la titular de una secretaría de Estado, que renunció hace días debido a un escándalo por haber retrasado el vuelo de una compañía aérea.
Por las redes sociales nos enteramos de la queja de los pasajeros, quienes reportaron que a punto de despegar su vuelo, el piloto de la aeronave les informa que deben regresar a “esperar a una persona”, según él, por órdenes presidenciales.
Imaginemos la molestia de los clientes que hicieron el esfuerzo por llegar en tiempo para salir como estaba programado, y el que la empresa decida “hacer una cortesía” para esperar a una funcionaria, que salía de viaje con ellos.
Se ve en redes la imagen que pasa la pasajera impuntual por el pasillo del avión y se sienta agachada a ver su celular: el agravio estaba hecho.
Al poco tiempo, esta persona presenta su renuncia alegando que no puede haber privilegios, como el que ella tuvo; posterior a eso, el Presidente explica que la ahora ex titular tiene una especie de amistad con el gerente o directivo principal de la empresa, y que esta persona dio la orden para que regresara el avión…
¡Jesús mil veces!
Aparte de las consecuencias políticas de esto, hay que analizar las empresariales-laborales. ¿Cómo se sentirá si la organización que le vende un servicio por el que usted paga, hace una concesión de esa clase? ¿En qué papel queda la empresa ante el cliente? ¿Qué repercusión laboral tiene el piloto si a él le dieron la orden de volver? ¿Cómo sacaría provecho la competencia de la aerolínea de esta situación?
Vemos cómo las decisiones de los gerentes repercuten mucho más allá de lo que se pueda imaginar; a veces, un empresario, no debería tener “amigos”, sino sólo consumidores.
