En esta hermosa vida hemos sido testigos de muchos cambios de paradigmas de tipo social, económico, político, laboral y tecnológico; hemos platicado en este espacio del papel que ha cambiado del profesor, del político, del cura y hasta del empresario.
Ante esta vorágine de permutaciones, como personas no nos queda más que acoplarnos y saber sacar lo mejor de cada cambio en la empresa, en la sociedad y en el país mismo.
Hace poco hubo una consulta ciudadana para decidir respecto al nuevo aeropuerto de la CdMx y al Tren Maya en el sur, situación que no a todos les pareció apropiado que se pidiera el consenso civil, ignorante de aspectos técnicos en esos menesteres. ¿De aquí en adelante así decidirá el gobierno?
Si en un momento dado se pensó que el mejor sistema económico era el socialismo, pues traería igualdad de clases y bienes y servicios para todos, la historia demostró que no fue así; si en un momento dado, se creyó que un sacerdote era una persona con sólo virtudes porque reflejaba el amor al prójimo, la realidad es que no necesariamente.
Con estos ejemplos podemos dejar como lección de vida el nunca idealizar una idea, una persona, una empresa, una profesión y hasta una religión.
Mi recomendación es que no se debe considerar infalible algo donde intervenga el ser humano, pues éste puede fallar por diversas causas: pocos valores, nula educación, decisiones equivocadas o la egolatría que es el peor enemigo del individuo.
Nunca idealice a la tecnología, a su pareja, a sus padres, a sus hijos, a su equipo de futbol, a sus amistades, a su profesión, a la empresa donde labora, a su Presidente de la República, ni a su seguro servidor; espere eso sí, lo mejor y lo maravilloso de la vida, pero esté alerta: como personas, somos objeto de equivocación y fallas.
