Cada día en las noticias internacionales vemosun sinfín de eventos que nos confrontan con nuestra realidad, al ver las guerras desatadas en el oriente, cambiamos el canal, toda nuestra energía se encuentra centrada en el manejo correcto del control remoto, buscando un canal que nos sirva para distraernos de la jornada diaria.
Las noticias nos llevan a confrontarnos con la adversidad, las situaciones difíciles del entorno nos hacen darnos cuenta de la falta de empatía de las personas hacia el dolor ajeno y al observar a la Organización de las Naciones Unidas interviniendo en casos de emergencia a rescatar a las personas del caos, nos confirma que ya existe “alguien” que le entra en esos casos y además le pagan.
Nos hemos acostumbrado a no involucrarnos, a no meternos, a no decir nada, a echarle la culpa al gobierno y a las instituciones existentes, de que los cambios no ocurren porque los demás no hacen lo correcto.
La vida transcurre durante el trabajo, el tráfico y esperando en filas.
La rutina, el quehacer diario, nos va robotizando, hacemos las cosas mecánicamente, el descubrirnos realizando una actividad distinta, nos rompe el día y las justificaciones del porque lo hacemos nos sirven para convencernos de que estamos en lo correcto.
Evitamos la adversidad en nuestras vidas, sin darnos cuenta que la adversidad es el mayor maestro de la sabiduría, te confronta con tus debilidades y fortalezas, con tu luz y tu obscuridad, con tu riqueza y tu pobreza de valores espirituales.
Aquí las batallas, las perdidas y las ganadas te dejan enseñanza, no hay tiempo perdido, hay tiempo aprendido, más si evadimos la batalla que nos toca vivir, la lección de vida para lo cual fue destinada no se aprende, dando lugar a la pérdida de oportunidad de crecimiento.
Más que palabras y demagogia, el mundo necesita acciones.
La cita del Talmud “Quién salva una vida salva al mundo entero”, se hizo famosa en la película La lista de Schindler, su significado es muy profundo, se trata de la Fe en la humanidad, de las personas rescatistas, aquellas que le entran cuando todos se van, los que rescatan sin miedo de perderlo todo, sin darse cuenta del efecto exponencial de sus acciones, ya que al ayudar a una persona, ayudas a su familia, a sus hijos, a amistades y conocidos, la acción no queda sola, se multiplica.
Además la persona rescatista, al dar la ayuda, al levantar a otra persona, le da una satisfacción y la oportunidad para ser mejor.
Nos centra en nuestro corazón, al descubrir que somos felices al dar la ayuda.
Y la sabiduría del corazón se centra en la actitud hacia la vida de otorgar a los demás en lugar de la búsqueda de sólo recibir.
Dejando el egoísmo a un lado ya que no se busca a la persona como un medio para extraer, sino como un medio para compartir…
Y todo nos sirve para no olvidar quiénes somos, de dónde venimos y a dónde vamos.
Todo desde la buena voluntad.
Dejando el orgullo a un lado…
Al final del día y de la vida, es un pacto de amor con la humanidad…