“Cuidar nos conserva, nos sostiene y nos reúne, pero también nos arrasa y nos agota (…) No todas somos madres, pero todas hemos cuidado y hemos sido cuidadas”
Daniela Rea Gómez
Una introducción necesaria sobre las maternidades, en plural
Nombrar lo que vemos importa. Pasar del uso cotidiano, y muchas ocasiones irreflexivo, del singular al plural es una exigencia al momento de reconocer nuestro entorno, ese entorno que no podemos seguir simplificando a nuestro entorno inmediato. No es un asunto de forma, es un tema de fondo.
De continuar invisibilizando, negando, simplificando…corremos el riesgo de ignorar el espacio que habitamos. En un tiempo y entorno donde todas las realidades son cercanas, transversales, con alcances a nuestras vidas y a nuestros espacios.
La conmemoración del 10 de mayo, tradicionalmente denominado Día de la Madre, presenta esa posibilidad de pluralizar lo que aprendimos a singularizar. El Día de la Madre, es desde siempre el Día de las Madres, en plural. Porque resulta que la función de maternar tiene consigo una infinidad de historias que la constituyen, relatos, experiencias y narrativas que nos exigen nombrar en un acto de justicia y consciencia colectiva en plural ¡es la conmemoración del Día de las Madres! El acto de maternar nos dicen las realidades, pasadas, presentes y futuras, involucran contextos adicionales a lo biológico, al solo acto de gestar. Hace tiempo hemos debido superar esta noción que solo representa una de muchas posibilidades.
No será propósito del presente artículo particularizar sobre las alternativas de la procreación, abordar esas posibilidades demanda una extensión y profundidad que dejaremos para otro momento. Solo será propósito de este esbozo testimonial traer a la consciencia de las y los lectores qué, más a allá de nuestra experiencia personal y colectiva sobre la maternidad, existen las maternidades, las otras.
Materna quien gesta, quien adopta, quien cuida, quien forma, quien ama y asume. Materna quien decide, quien elige procesos de crianza de otros y otras sin que deba mediar un vínculo sanguíneo. Se materna desde lo vital, desde los afectos, desde las emociones, todas incluidas el dolor. Se materna desde la proveeduría, las responsabilidades, el interminable tiempo y los permanentes cuidados. Se materna desde el cuerpo y fuera de él.
Una de esas otras maternidades, es la maternidad que se elige en la urgencia del dolor, en el duelo, en la ausencia, en el clamor de justicia. Esa es la maternidad elegida a la que se enfrentaron Martha y Norma, y que es consecuencia de la violencia feminicida, esa violencia que mató a sus hijas y dejó en orfandad a sus nietas y nieto.
Ellas eran las abuelas, ya habían formado antes a sus hijos e hijas. Lo habían hecho en otros momentos de edad, de energía, de condiciones laborales y económicas distintas, otros contextos. Cuando asumieron que habían concluido esa etapa de la vida, el feminicidio de sus hijas les replantearon nuevas decisiones vitales, maternar a los hijos de sus hijas. No solo se trata de sus nietos, ellas son sus madres y ellos son sus hijos.
Estos son sus testimonios sobre su maternidad, otra maternidad de las muchas por nombrar.
Martha, ser madre a los 50 años
Conocí a Martha en el año 2013, era el mes de septiembre y tuvimos nuestro primer encuentro de muchos que a la fecha permanecen. Su hija fue víctima de violencia feminicida en manos de su ex pareja varios días después de que fuera denunciada su desaparición. Martha fue la voz que denunció la desaparición de su hija y de su nieta, fue ella misma quien realizó las labores de búsqueda e investigación. Fue a ella quien el feminicida le señaló que su hija hace días había desaparecido. Fue Martha quien desde ese momento supo que él la había matado, el resto del proceso en un escenario de lo irreversible “lo atendió” la autoridad. Mariana al momento de ser asesinada tenía de 30 años y era madre de dos menores, una de ellas de apenas 12 meses.
…Cuando mi hija es asesinada, yo tenía 50 años (…) Recuerdo esas primeras emociones de aquellos días (…) Yo no quería que mi hija faltará (…) No me sentía capaz de llenar esos zapatos (…) Ésta última frase en referencia a ser la responsable de los hijos de Mariana)
…En ese tiempo yo sí tenia los ingresos para mantener a la bebé, que me sería entregada por las autoridades doce meses después, es decir a los 2 años de edad (…) Las condiciones de casa no las tenía, vivíamos en una casa prestada (…) Entonces tenía la energía, mucha energía (…) A once años de distancia, no puedo decirte lo mismo (…).
Hoy Martha tiene 62 años, la bebé que le fue entregada hoy es una adolescente, con otro tipo de necesidades y requerimientos. La brecha generacional se ahondo sin paliativos, la responsabilidad de su crianza permanece como el primer día.
…Criar a Iliana (su hija/nieta) fue una elección que llevé a cabo entre alegría y dolor (…) En ese año de espera (en tanto le era entregada), tuve un tiempo para mi duelo, el dolor por la pérdida de mi hija fue enorme (…) Cuando me fue entregada mi nieta, sentí mucha felicidad. (…)
Esta felicidad que rememora Martha en nuestra conversación fue exponencial considerando que la menor le es entregada después de un año de búsqueda. Con el feminicidio de su hija y el caos de los siguientes días su nieta fue sustraída, como lo fue su madre la última semana de su vida. Cuando Martha recuerda estos momentos, yo lo hago con ella, estuvimos juntas esos intensos meses, éramos otras entonces.
…Cuando mi nieta cumplió 6 años yo empecé hablarle de su mamá, le expliqué que ella había muerto y que yo era su abuelita (…) Platiqué con ella en cuanto a qué su papá fue quien la privó de su vida y pues para mí fue horrible (…) No es fácil para una abuela decirle a su nieta que su papá mató a su mamá (…) Fue muy dolorosa para ambas esa conversación, pero aquí seguimos. (…)
La hija de Martha fue asesinada en un Guanajuato, que como ahora, negaba la violencia feminicida y eso se traduce en una ausencia de políticas públicas dirigidas a las mujeres sobrevivientes de violencia y sus familias, víctimas directas de la violencia, sin eufemismos. Las y los huérfanos de feminicidio no eran, como ahora, materia de una responsabilidad del Estado, debemos decirlo fuerte y claro ¡sí lo son!
El único “apoyo” que recibió entonces fue por parte de un programa denominado “Jefas de familia”, recurso que utilizó para atender las necesidades escolares de una hija que no detendría su crecimiento ha pesar de las complejidades que vendrían con el paso de los años. En esos años es cuando Martha va a decidir emprender el proceso de adopción plena, era indispensable hacerlo ante la dificultad cotidiana de los trámites que aumentaban con el crecimiento de Iliana “queremos a la mamá no a la abuelita”,
(…) Al adoptar a mi nieta nos fue retirado “el apoyo”, ha pesar de que muchas veces me aseguraron que no sería así (..)
La (no) lógica de las autoridades que administraban el programa fue entonces “Iliana ya tiene mamá, ya no requiere el apoyo”. Poco importo que Martha les hiciera saber qué esa mamá ya era grande, como muchas veces lo insistió.
(…) Yo esperaba del gobierno que me apoyará siendo una mamá como lo era, como lo soy, mi cuerpo y edad son las de una abuelita (…) Hubiera sido todo más llevadero si el gobierno nos hubiera apoyado (…) No esperaba que nos mantuviera, menos su vigilancia, solo su apoyó, nunca lo tuvimos (…)
(…) Hoy tengo 62 años, la crianza de mi nieta ha dado resultados, es una gran niña ha pesar de su historia de vida de entre violencia y orfandad temprana (…) Se suma que ha estado a cargo de “una abuela refunfuñona” (…)Es una excelente estudiante, aún y cuando a la fecha no ha tenido una sola beca (…)
La adolescente Liliana es producto de los esfuerzos, cuidados y protección de su familia. Su orfandad por feminicidio no fue asumida por el Estado, la ha ignorado como sobreviviente, como víctima. Como Liliana, una centena de niños, niñas y adolescentes se encuentran a la deriva de una agenda pública. En el mejor de los casos tendrán una abuela-madre como Martha que en franca carrera contra el tiempo, no se rinde.
(…) Me estoy convirtiendo en una anciana, ella en una adolescente. Estamos en un momento vital difícil, en varios aspectos ya no tengo la fuerza…pero procuro sacarla de lo imposible (…)
A nuestra conversación se va a sumar el generoso testimonio de la adolescente Iliana, una joven a quien hoy reconozco como hija de Martha e hija de Mariana, es hija de ambas.
(…) Se siente raro el saber que con quien viví es con mi abuelita y no con mi madre porque me hubiera gustado mucho estar con ella ha pesar de que no me falta de comer (…) No entiendo por qué a mí me falta mi madre mientras todos mis compañeros las tienen, no es que la pase mal con mi abue pero me hace mucha falta aunque no la haya conocido (..)
(…) Me siento diferente porque yo maduré muy pronto para la edad que tengo y eso creo que es porque siento que mis abuelitos papás ya están grandes, y me siento responsable de su salud física y mental
Iliana también tiene mucho que decir sobre su condición de hija-nieta de Martha, su testimonio nos hace escuchar a quienes se les ha negado el derecho de nombrarlo y exigirlo. A quienes no podemos ni siquiera enunciar en una cifra.
En el estado de Guanajuato los registros de orfandad por violencia feminicida son padrones tan deficientes como el (no) acceso a la justicia que tuvieron sus madres, hoy muertas, asesinadas. Iliana, su registro, su historia vital es invisible al ojo gubernamental. Por cierto, Liliana aspira a ser una gran abogada y defender a las personas buenas. No lo dice, pero es la defensa estatal de la que adoleció su mamá, una mujer que previo a morir asesinada acumulo denuncias no atendidas.
Al escucharlas y ahora al escribirlas, cada palabra de Martha e Iliana me hacen eco en esa, en esta conmemoración de las otras maternidades, las invisibilizadas. En Guanajuato, en prácticamente todo el territorio nacional, la maternidad, las maternidades urgen de su debate público donde sea incluida ella, y todas las no nombradas. Son mujeres que maternan desde otras posibilidades y complejidades.
En la siguiente entrega la historia testimonial de Norma, otra mujer abuela-madre habitante del norte del país. Guanajuato y su violencia feminicida es ciudad Juárez, aunque poco hemos aprendido, tres décadas de distancia no ha sido suficiente. Ellas no se conocen, pero la historia de Martha y de Norma, junto a la de miles de mujeres atraviesan esas maternidades que urgen ser revindicadas para efectos legales, públicos y presupuestales.
Ya es tiempo, vamos tarde. A las mujeres que han maternado y maternan por feminicidio se suman aquellas que maternan por orfandadad a causa de los delitos de desaparición y otras violencias criminales…
Nos leemos en la segunda entrega, y estoy consciente que apenas se tratan de esbozos de realidades inenarrables.