El coronavirus y la convocatoria al mutis de mujeres el 9 de marzo han desatado mareas conversacionales llenas de desinformación. Me sigue asombrando el ver que esta plataforma (Whatsapp), tan útil para casos prácticos, se vuelve un arma letal cuando se trata de impulsar paranoias. Espero que haya etnógrafas y etnógrafos en alguna parte del país estudiando estos casos en que las redes sociales del siglo XXI nos llevan directamente a la Edad Media, y de la conversación, a pequeñas guerras cotidianas. Es una plataforma que sulfura, nos quita la ecuanimidad.
Dejo a un lado el coronavirus porque -aunque siguen las falsedades empañando ese frente- hay más claridad de cómo prevenir y tratar la enfermedad. Lo que me deja patidifusa son las reacciones al 9M. He sido testigo de la manera en que algunos mensajes son tomados en serio y discutidos como verdades por diversas comunidades de WhatsApp a las que pertenezco; empiezo por el tema del complot de feministas que quieren acabar con la población del planeta. Una frase nos advierte: “piensen bien sobre este paro organizado por las feministas”. ¿Qué hay que pensar? ¿quiénes deben pensar “bien”? ¿qué se insinúa bajo la palabra “feministas”, que en la frase se insinúa como un insulto? Este es un solo ejemplo entre muchos otros donde se invalida o desestima la importancia de sostener una resistencia pacífica sobre un tema que nos carcome: la violencia contra las mujeres, una violencia histórica que tiene larga data, pero que empieza a ser patente de manera global a principios de la década de los 90, con las muertas de Juárez, y que – al cabo de treinta años- sigue viva y en aumento, con 10 muertas cada día cuyos cuerpos inertes y vejados se tratan como mercancía inservible.
Pareciera que la indignación -manifiesta de muchas formas- no es suficiente. Por ello, el llamado al paro del 9M. Y aquí otra frase whatsappeana que desestima esta iniciativa: “si diez mujeres mueren cada día, muchos más hombres son asesinados”. En efecto, toda violencia es condenable. Sin embargo, para acabar con ella hay que entender cómo opera, cómo se manifiesta. Las investigaciones sobre el tema nos dicen que, en México, el género es un factor que determina cómo se sufre esta violencia. En nuestro país, son las mujeres quienes sufren más del 80 por ciento de homicidios por agresión sexual. Las mujeres campean en el terreno de la violencia familiar: se registran 8.6 asesinatos de mujeres por cada hombre muerto. Un dato provocador, en el caso de los hombres, entre mayor sea la escolaridad, disminuye la probabilidad de ser asesinado; no ocurre así con las mujeres, que con grado universitario tienen una mayor probabilidad de ser asesinadas.
La perspectiva de género, regalo del feminismo, ayuda a entender con mayor precisión la realidad que nos habita. En este momento, hablo solo de la violencia contra las mujeres en México. Pero si ampliáramos la perspectiva en términos de otros órdenes de la vida y el trabajo, y un espectro mayor de países, corroboraríamos con certeza que la situación de desigualdad y desventaja de las mujeres, impera. Cito una frase de Melinda Gates sobre su activismo en pro de las mujeres y niñas: “Los datos no se equivocan. No importa en qué parte del mundo nazcan, la vida será más dura si se nace como una niña”.
No. No es una cuestión de odio hacia los hombres. No. No es una cuestión de complot apocalíptico, para acabar con la vida futura. Las mujeres en México representan más del 50%, y los obstáculos que enfrentan para una vida plena, son muchos y -tristemente- invisibilizados. He leído artículos periodísticos que desestiman el paro del 9M porque “no llevará a nada”. ¿Por qué ese ninguneo? Les pregunto a esos periodistas: entonces, ¿qué acción sí puede llevar a algo? La única manera de impedir que las injusticias se sigan repitiendo, es actuar. Si no actuamos, los problemas no van a desaparecer. Y en el caso de la violencia contra las mujeres, si ellas no son las interesadas en erradicarla, ¿quién?
¿Por qué el susto?