Por cuarta ocasión en cuatro años, se realizarán en España elecciones ante el fracaso de las negociaciones para formar gobierno. El Rey Felipe VI anunció que no se contaba con los respaldos necesarios, por lo que no convocaría a la sesión de investidura.
Esta situación, que comienza a ser definida como el fracaso de una generación de políticos, es una lamentable muestra de los riesgos de la polarización política. Los partidos políticos no lograron ponerse de acuerdo y llevan nuevamente a los españoles a las urnas, para que el próximo 10 de noviembre emitan nuevamente su voto, por segunda ocasión en tan sólo siete meses. Por más esfuerzos que se realizaron, las posturas radicales se impusieron. Es, sencillamente, el fracaso de la política, porque resulta lamentable que quienes resultaron electos para representar a los españoles no logren concretar alianzas que permitan investir a quien encabece el gobierno.
Este último intento fueron cuatro meses de arduas negociaciones que no llevaron a ningún lado, y que ahora se están convirtiendo en argumentos para tener acusaciones de unos a otros partidos, abonando a la molestia social que ve cada vez con mayor indignación que sus políticos no se pongan de acuerdo.
La apuesta de algunos actores políticos españoles es que, en esta nueva elección, los españoles brinden un mayor apoyo a cualquiera de los dos partidos mayoritarios, lo que es poco probable. Todo parecería ir más bien en un escenario de mayor abstencionismo, con lo que las posiciones radicales partidistas se pueden acentuar y se mantendrían posturas de confrontación y acusaciones que sólo abonan a la polarización social y política. De cara a su nueva cita electoral, la clase política española debe de voltear a lo básico, ¿no cree usted?