Cultura

Vivir del libro, “la máquina más formidable que ha inventado el ser humano”.

Humberto Ríos Navarrete. Vivir del libro 3
Humberto Ríos Navarrete. Vivir del libro 3

La venta de libros en Callejón Paseo de la Condesa, también conocido como Pasaje Cultural, surgió hace más de 30 años. El runrún dice que nació como una opción frente a la Feria Internacional del Libro del Palacio de Minería. Lo cierto es que ya forma parte del Centro Histórico de Ciudad de México, con poco más de 70 vendedores, quienes parecen atrapados entre dos edificios icónicos: Palacio de Minería y Palacio Postal.

Cada vendedor tiene una historia particular, pero la de León Tabernero Molina, un voraz lector desde niño, podría considerarse más especial, pues no desciende de una dinastía consagrada a este oficio, como es tradición, sino que un día decidió dejar su último trabajo formal, pues solo le dieron unas cuantas horas de vacaciones después de tres años de salvaje explotación.

Tabernero trabajó, comenta, “de casi todo”. Desde maestro hasta instructor de boxeo. De su último empleo, que prefiere no ahondar, quedó horrorizado, según sus propias palabras; y es que el hombre quería tiempo libre para disfrutar y hacer cosas que le gustaban, como leer; sí, leer, como lo había hecho desde niño, y una prueba de ello es que en casa no tenía más que ropa y libros amontonados, algunos sin leer, por falta de tiempo.

La disyuntiva era regresar al mismo espantoso trabajo, el cual le quitaba mucho tiempo de su vida, sin tener momentos de esparcimiento; y una vez más, antes de tomar una decisión final, miró alrededor de su cuarto, donde no había más que libros, un escritorio y una cama, y reflexionó: “¿Podría ser que pudiera yo vivir de los libros?”

Humberto Ríos Navarrete. Vivir del libro 4
Humberto Ríos Navarrete. Vivir del libro 4

Y enseguida emprendió la aventura: llenó una mochila con libros y enfiló al mercado de la Lagunilla, donde corrió con tan buena estrella que de inmediato hizo migas con otros marchantes que le cedieron un espacio en el que le permitió vender alrededor de 12 meses.

Con los años formó parte del gremio y pronto lo conocieron algunas leyendas en la venta de libros —relata— como los hermanos Bazán, Ramón Barbosa y Óscar Rentería, entre otros, quienes lo invitaron al Pasaje Cultural de la Condesa, un lugar donde —expone con una sonrisa sincera— “tengo 14 años que han sido, creo, los más felices de mi vida”.

—¿Qué significa para usted el libro?

— El libro —responde sin titubear— es la máquina más formidable que ha inventado el ser humano.

—¿Por qué?

—Porque de pronto te está hablando Borges, te está hablando Platón, te está hablando Sócrates, te está hablando Maquiavelo, ¿no?— dice quien estudió un par de años Letras Hispánicas en la UNAM.

***

Humberto Ríos Navarrete. Vivir del libro 2
Humberto Ríos Navarrete. Vivir del libro 2


La pregunta de por qué han sido los años más felices de su vida es la que se le vuelve a formular a Tabernero Molina, quien también le ha enseñado a su niño este oficio. “Porque convives con la gente, convives con los compañeros, y no tenemos una cosa que hacer todo el día más que hablar de libros”.

—Dice que el libro es la máquina más formidable que ha inventado el ser humano…

—Sí, porque no hay nada más que abrir el libro y comenzar a leerlo, para volver hablar con esos genios: Borges, Cortázar… Es increíble. Repito: para mí es mejor invento que se ha hecho en la historia de la Humanidad.

—¿Lo mejor que le ha pasado?

—Vivir del libro, conseguir libros, leer libros. Cuando yo tenía un trabajo formal, la pensaba para comprar un par de libros a la quincena; ahora puedo comprar desde un anaquel, hasta dos toneladas, tres toneladas de libros.

El hombre tiene su domicilio en los límites de Xochimilco, Tláhuac, Iztapalapa y Tlalpan, “la esquiva más bonita de Ciudad de México”.

—¿Por qué la más bonita?

—Porque están los lagos, están los bosques, está el Periférico, está la parte donde llegan los patos todavía a descansar en invierno.

—¿Y qué tal te va en la venta de libros?

—Me basta para mantenerme y mantener a mi familia, desde luego, porque, cosa curiosa, cuando yo trabajaba de manera formal, la pensaba; decía yo: no me alcanzará nunca para los hijos.

—¿Y ahora?

—Desde que empecé a vender libros me fue bien, comencé a formalizar mi situación y ahora tengo esposa e hijo. Felizmente.

—Y viven del libro.

—Vivimos del libro y me ayudan a vender libros, curiosamente. Solo tengo un hijo, Tristán, de 8 años, y ya vendió sus primeros libros. Va descatalogando los que le regalé cuando era chavito, más pequeño, y me dice: “Papá, estos ya no los voy a usar”. Entonces viene y los vende.

—Es un bonito oficio.

—Sí, cómo no, yo, lamentablemente, empecé un poco tarde, pero mire: creo que valió la pena.

—¿Y de qué eran los otros trabajos?

—Pues fui maestro de literatura en una secundaria, fui entrenador de boxeo, fui velador también; aquí, por ejemplo, me la pasaba toda la noche leyendo. Era un trabajo que me gustaba mucho. Porque llegaba a las siete de la noche y, pum, no era más que cerrar el candado y sacar mis libros.

***

Poco antes de la pasada pandemia el panorama cambió en Pasaje de la Condesa, pues las autoridades surtieron de anaqueles a los vendedores, entre ellos a Braulio Méndez, quien empezó vendiendo en la librería Parroquial de Azcapotzalco; después prefirió dedicarse a vender por su cuenta y viajaba a diferentes partes del país donde había ferias. “Casi toda mi vida laboral la he dedicado a los libros”, dice. “Es una labor preciosa”.

—Y ahora, desde hace 25 años, está en este famoso callejón.

—Sí, en el famosísimo Callejón Condesa.

—Usted vive de los libros.

—Sí, una experiencia agradable.

—¿Y de qué temas vende más?

—Literatura universal, novelas, cuentos, superación personal, un poquito de filosofía, historia. De todo un poco. Y la mujer es la que más compra. Sí, así como lo oye— acentúa.

—Son más inteligentes.

—Siempre.

—¿Y qué tanto vienen?

—Hijo, viene muchísima gente. Inclusive nos visitan de Chile, de Argentina, de Bolivia, cubanos…

En el Callejón de la Condesa, al que también se puede entrar por las calles 5 de Mayo y Tacuba, había menos orden poco antes de la pandemia.

“Sucedió que cuando entró la doctora Sheinbaun ordenó que nos pusieran todos estos carritos para que exhibiéramos nuestros libros y ya no estuvieran unos en el piso y otros en tablas”, relata Braulio Méndez.

—¿Y cómo lo sintieron este cambio?

—Para mí muy bien, pero, como usted sabe, hay de todo en esta vida, pues a unos no les gustó, a otros sí. Pero mire —señala— ya todos están arriba de las mesitas.

Es el antiguo Callejón de la Condesa, donde usted puede pasar a comprar libros baratos y recorrer el Centro Histórico, si lo desea, y disfrutar un café mientras hojea los tomos adquiridos en este lugar donde el gobierno capitalino, poco antes de que iniciara la emergencia sanitaria, puso un poco de orden, ya que los libros estaban sobre tablones o esparcidos sobre el piso.

Humberto Ríos Navarrete. Vivir del libro 1
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