Cultura

“¡Te vamos a linchar!”

El temor baja y sube entre cerros de la jurisdicción que cubre la ahora alcaldía Gustavo A. Madero, una de las más inseguras de Ciudad de México, después de Iztapalapa, donde habitantes andan con la zozobra de ser asaltados por consumidores de drogas que deambulan a la caza de transeúntes; otros grupos, como Los 18, aterrorizan a taxistas piratas para exigirles cobro de peaje; en caso de negarse, las consecuencias son nefastas: queman sus autos o los choferes reciben palizas hasta quedar moribundos.

Lo ocurrido hace poco a un taxista, que recibió una golpiza por negarse a desembolsar una cantidad de dinero exigida por delincuentes, alteró la paciencia y armó de valor a vecinos de la colonia San Juan y Guadalupe Ticomán, quienes también sufren continuos asaltos durante las madrugadas; los adultos, mientras salen a trabajar; sus hijos, cuando van a la escuela. Lo mismo les sucede por las noches, de vuelta a casa.

La desesperación los llevó a organizarse y ahora planean hacer guardias nocturnas en la colonia y exigir al alcalde, Francisco Chíguil Figueroa, autorizar patrullas para que sean acompañadas por vecinos, pues ningún funcionario de esa jurisdicción —incluido Chíguil, que ya fue delegado— se ha preocupado por la seguridad del escabroso territorio.

Una de las primeras acciones que tomaron fue colgar lonas en callejones empinados, cuyos letreros de advertencia —esto ya sucede en otras demarcaciones como Álvaro Obregón— dicen: “¡Cuidado, ratero! Los vecinos de esta colonia te estamos vigilando las 24 horas. Si te agarramos, no te entregaremos a las autoridades: ¡te vamos a linchar!”

—¿Lo harían?

—No solo eso: me gustaría que les cortaran las manos —dice entre indignada y un poco en broma la señora Rodríguez, quien recuerda la frase de uno de los candidatos a la Presidencia de la República.

—¿Por qué?

—Porque las autoridades de la alcaldía Gustavo A. Madero nos tienen abandonados, y le digo una cosa: aquí, como en otras partes del país, hay gente más buena que mala.

***

Un colono informa que la inseguridad alcanza la parte alta de El Cerro del Chiquihuite. Y ejemplifica con las calles Mirador, Lázaro Cárdenas, Diagonales de América, Niños Héroes, Avenida del Trabajo, Niño Jesús y San Juan, “donde los asaltantes hacen de las suyas desde las 5:30 a 9 de la mañana, y las víctimas son personas que trabajan, amas de casa y sus hijos que llevan a las escuelas, así como personas de la tercera edad”.

Los autores de algunos asaltos son dos mujeres y dos hombres, de entre 18 y 25 años, “que al parecer viven por la zona del Mirador, colonia San Juan y Guadalupe Ticomán, los cuales continúan con sus fechorías ante la indiferencia de la autoridades, no obstante las diversas denuncias, sin que hasta el momento hayan tomado cartas en el asunto”.

Y ahí están las lonas, colgadas de una pared a otra, entre calles empinadas y escalones pedregosos. Los habitantes, dice quien prefiere esconder su nombre, “se han organizado para protegerse de los asaltantes, y advierten que si éstos son capturados, se harán justicia por su propia mano, en lugar de entregarlos a las autoridades”.

Los asaltos comienzan en las mañanas. Los delincuentes dejan un lapso y reanudan de tres de la tarde a la medianoche, “aprovechando la geografía del terreno, que es muy accidentado y de difícil acceso para los vehículos e inclusive para las personas”.

Las calles son tan abruptas y empinadas, que una persona puede rodar hasta 20 metros sin tener posibilidades de frenar. Aquí, comenta el hombre, otro de los negocios ilícitos son las narcotienditas, donde el surtido va desde mariguana, cocaína y piedra.

“Parecen rutas mortales”, observa quien traza límites con la colonia Lázaro Cárdenas, conocida como La Presa, del municipio de Tlalnepantla, Estado de México, hacia donde los delincuentes brincan, así como también se adentran en la zona ecológica del Chiquihuite.

Este vecino asegura que hay vendedores de drogas con edades que van de los 9 años, incluso algunos de ellos andan armados, y se mueven en un terreno que “ni los cuatro por cuatro pueden entrar”, agrega, para luego aclarar que se refiere a policías de a caballo.

Hay otras escenas alarmantes que ha observado la señora Rodríguez, que teme por la seguridad de sus hijos que estudian en el Instituto Politécnico Nacional, cerca de donde hace poco a uno de ellos le robaron el carro. Este delito es otra de las plagas que azota esta parte de la ciudad.

***

El pasado miércoles, minutos después de la medianoche, robaron un Nissan Tiida rojo, modelo 2018, dice la señora Rodríguez, quien durante la medianoche ella y sus vecinos han escuchado ruidos de autos sobre la calle Aldama, donde apagan el motor y escuchan disparos.

Al día siguiente aparecen cuerpos acribillados. “Los van a matar ahí, pero las víctimas ni los matones son del rumbo”, dice Rodríguez.

Y en el barrio San Juan y Guadalupe Ticomán —continúa— “hay una bandita llamada Los 18, que asaltan y golpean; andan armados”.

La señora Rodríguez está muy molesta. Y es que ante la impunidad con que actúan los malos, ella prefiere que les mochen las manos. “Sí, es lo mejor”, dice mientras se queja de que las autoridades de esa demarcación “nos tienen abandonados”.

—Ahora ustedes amenazan con lincharlos.

—Sí, es que ya se pasaron: a mi pobre hijo le robaron el carro, un Sentra, en el Casco de Santo Tomás. Llevaba su caja de herramientas. Fue un viernes. El sábado fueron a buscar el auto, pero los policías se hacen güeyes. Mi hijo estudia la licenciatura en Economía.

Pero lo que más colmó su paciencia fue lo sucedido hace ocho días, cuando atestiguaron que delincuentes de la zona bajaban a un joven de un taxi y lo golpeaban en forma salvaje.

La señora Rodríguez vio reflejado a sus hijos estudiantes en aquel muchacho. “Los delincuentes están coludidos con motoristas”, añade la indignada mujer.

—Y ya se organizaron.

—Sí, ya nos organizamos alrededor de 50 personas para vigilar, como lo hicimos para arreglar las calles, porque aquí no hay ni jefe de manzana ni presidente de vecinos.

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Humberto Ríos Navarrete
  • Humberto Ríos Navarrete
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