Cultura

Ropa hechizada y memoria trans

Desde niña percibió su condición de mujer trans; pero sufrió el desprecio de quienes la rodeaban, incluidos sus compañeros y maestros, para después ser echada de la escuela y crecer entre el acoso policiaco y la cárceles.

Era la época del Negro Durazo, Arturo Durazo Moreno, tenebroso jefe policiaco del Distrito Federal, mientras el presidente de entonces, José López Portillo, prometía defender el peso como un perro.

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Ningún obstáculo la frenó para destacar en el ambiente que hizo suyo: la farándula. De aquí soy, pensó, después de transitar por aquellos abruptos caminos de la vida, que la convertirían en una luchadora social.

Desde niña le decían que un hombre no se podía depilar las cejas ni mucho menos vestirse de mujer, pero ella no hizo caso, de modo que transgredió las reglas y desafió las buenas conciencias.

Su nueva etapa iniciaría minutos después de que un amigo la encontrara recostada en el portón del edificio donde vivía.  Frente a ella pasó el bongosero de la vedette Lyn May, quien le preguntó

—Oyes, ya no te veo tan arregladita.

 —Es que ya no tengo trabajo — respondió ella.

El buen hombre le dijo que se presentara en el teatro Apolo y preguntara por la vedette Rocío Álvarez, La India bonita, quien necesitaba una secretaria.

Y enfiló hacia el Apolo, un teatro de burlesque  que, irónicamente, era vecino de Tlaxcoaque, donde tenía sus galeras la División de Investigaciones para la Prevención de la Delincuencia, conocida como DIPD, en las que ella había sido torturada e incluso violada.

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Entonces llegó con Rocío, quien la contrató como secretaria. A esa edad, 18 años, ni siquiera pensaba a lo que se iba a dedicar.     

—¿Y a partir de ahí qué pasó?

Y la mujer, ataviada de vestuario rojo, una reminiscencia de aquella época, se emociona y suelta:         

—Pues cuando yo entro al teatro Apolo y veo que salen unas bailarinas con sus bamboletas, sus tocados, sus espalderas, y de este lado mirar a los bailarines llenos de canutillos, con sus trajes hermosos, y veo que entran y hacen un baile y la gente aplaude y el maestro de ceremonias es un hombre impecablemente vestido y ese es cuadro para presentar a La Diosa de ébano, Yary Caballero, y cuando veo que viene bajando esta mujer espectacular, completamente desnuda, con la cabellera hasta las nalgas, y la veo que entra al escenario y los hombres braman y dicen: “Guau”.  Y yo dije: “Yo quiero ser eso”. “Quiero ser una vedette”.

—¿Y a partir de ahí?

—Pues trabajé tres años como su secretaria de Rocío; después, con otras, y terminé con una vedette muy famosa que no puedo decir su nombre, porque me lo pidió, pero muy, muy famosa, bellísima, y ella fue la que me puso el nombre de Yesica Dubaly; yo siempre me llamé Emma.

—Y de ahí para adelante.

—Y ahí me quedé, sí, a trabajar en el show bisnero, ochentero; trabajé como mujer cisgénero para un público heterosexual; fui la estrella en el Teatro Garibaldi cinco años, ahí están los recortes de todos los periódicos; trabajé en todos los cabarets: Las Fabulosas, El Champan A Go-Gó, en todos los cabarets habidos y por haber.

—¿Y ante quién estamos?

— Soy Emma Yesica Duvali, soy una mujer transgénero, nací en los sesentas, tengo 61 años y me considero una luchadora social.

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 Ahora estamos aquí es el título de un proyecto entre colectivos de Ámsterdam, Ciudad de México y Michoacán; se presenta en la galería José María Velasco, de Tepito, donde participan artistas trans, queer y neurodiversos.

En el centro está la exposición Ropa Hechizada, que recuerda a mujeres trans y a personas  sexodiversas, fallecidas  a causa de la pandemia del sida en los años 80 y 90 en la capital del país.

“Desde el momento en que salgo de mi casa yo me visto de la manera en que me dijeron que no me tenía que vestir y transgredo la norma, transgredo la imposición, transgredo al patriarcado”, rememora Yesica.

—Y ahora con 61 años.  

—Sí, y me considero una mujer muy libre, muy plena, muy productiva, todavía, y pues lo que viene adelante para mí es ganancia.

—¿Desde qué edad se da cuenta de su cambio?

Y se carcajea.

—No —explica—, yo siempre supe que era mujer, siempre supe que era niña; tuve un tiempo la disforia  del cuerpo, porque yo sabía que era una niña y veía a otras niñas y decía por qué no estoy así. Pero con el tiempo aprendes a entenderte, aceptarte y amarte, sabes que son procesos muy largos y muy dolorosos. Entonces pagué la factura, quise pagar la factura.

—Entonces es se considera una revolucionaria.

—Lo que hicimos en los años 70 y en los 80 fue transgredir lo que el sistema nos había impuesto; transgredir las normas que nos decían: “Un hombre no se puede vestir de mujer”. Y pues yo sabía que no era un hombre; entonces, desde ese momento, para mí, transgredir significó eso.

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Y como muchas y muchos, en aquel entonces sufrió represión policiaca y fue encarcelada, por lo que se siente una sobreviviente.

 “En esa época ochentera fue terrible para la población LGBT, pero sobre todo para las mujeres trans, porque las mujeres trans empezaban a buscarse la vida. Fuimos extranjeras en mi propio país”, recuerda Yesica.
—Y cómo fueron aquellos tiempos de farándula.

—Maravillosos, fue una época de mucho glamour, una época de grandes puestas en escena; pero todo eso se acabó.

—Era bailarina.

—Yo fui bailarina de estriptis, fui desnudista, me desnudé y aguanté la presión del teatro con 200 cabrones borrachos gritando “pelos, pelos” y yo iba al último y luego los grandes aplausos.

—Y cambia…

—Bueno, yo para entrar a la Asociación Nacional de Actores, mi credencial fue la 13549, tuve que ir con el que estaba de jefe en ese tiempo, que era un señor maravilloso, gran actor, David Reynoso, y él me dijo: “A ver, mi hija, qué te pasa, qué tienes”. Le dije: “es que yo ya estoy trabajando para la ANDA como Yesica Duvali y me autonombro Emma, pero yo no tengo un acta de nacimiento con ese nombre; mi acta de nacimiento tiene nombre de varón. Y dijo: “Tú no te preocupes, vete al PRI y que te hagan una carta de que sabes leer y escribir y me la traes y con esa te meto”. Y así fue como entré a la ANDA. Por eso digo que era un hombre maravilloso, porque su aspecto era de un machote.

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***

 A Emma Yesica Duvali la invita César González Jerónimo para que participe como cofundadora del Primer archivo Memoria Trans México, “porque —reconoce ella— hay archivo lésbico y hay archivo gay, pero no hay un archivo trans como tal”.

—¿Y cuál es la idea?

—Queremos que mujeres de 50 años puedan entrar al archivo para que sea reconocida su historia, pues  hay vedettes, hay travestis, pero también mujeres que hicieron mucha incidencia en sus comunidades, en sus colonias, en sus familias.  Y queremos visibilizarlos; es un proceso largo, lento, porque es mucho trabajo, como digitalizar, sintetizar, pero no imposible.

Y fundaron el Primer archivo Memoria Trans México. “Y en este proceso de ser cofundadora —añade— surge desde Ámsterdam: la idea es que hagamos una conmemoración Amigos entrañables que fallecieron por VIH en la pandemia de los ochenta”.

—Sí, de que era la peste...

—Sí, que El cáncer Rosa, La peste Rosa, y yo recordé a dos grandes amigos: el gran coreógrafo Yaco y la querida Gabriela Martell, mujer transexual también; entonces le dije “sí, perfecto” y me dice: “Te va a tocar trabajar con un chico joven que se llama Eric Molina; tú transmite lo que él te pida y él va ideando las cosas. Si tú crees lo que se podría basar para Gabriela y para Yaco, lo llevamos a exponer a Ámsterdam.  

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Entonces surgió la idea de exponer vestuarios del coreógrafo Yaco y Gabriela Martell, una de las grandes bailarinas de la época.  

—¿Y qué significa ese recuerdo?

—Pues conmemorar, por ejemplo, a Gabriela, que falleció en los 80, es visibilizar toda la falta de atención que tuvo el sistema y la sociedad para estas personas.

Gabriela Martell, su gran amiga, le heredó a Yesica algunos vestuarios que ahora exponen.

“Yo tengo algunas cosas”, dice, mientras señala con el dedo índice. “Este brasier que tú ves ahí yo lo conservé, y este otro que lo usó para muuuchas batallas en escenarios”.

—Ella era— se le pregunta mientras se observa una foto.   

—Ella era Gabriela Martel…Entonces a mí me habla de un acto revolucionario. Esto, los canutillos y las lentejuelas también fueron un acto revolucionario. La gente LGBT que se subió a los escenarios y que dijeron: “aquí estamos”.  Como las primeras trans que se desnudaron en las marchas; no se desnudaron físicamente, sino del alma.

La acompaña el diseñador de modas Eric Molina, quien colaboró en la exposición del vestuario que resume una época.

“Una época que a mí no me tocó vivir y justo toda esa información es la que me transmitió Emma Yesica en todas las pláticas que tuvimos”, explica Eric Molina, quien detalla lo que proyectó:

“Es el homenaje a Gabriela Martel. Emma Yesica me cuenta que Gaby tenía un departamento muy bonito, con decoración muy al estilo asiático; entonces por eso decidimos hacer un kimono”.

—Y cómo estaban diseñados.

—Sí, los materiales hablan de este lujo y la femineidad que mantenía en toda su vida. El biquini que vemos perteneció a Gabriela. Es una reliquia. Ella lo usó en los shows y decidimos ponerlo porque es una parte viva de Gaby. También tiene esta serpiente alrededor, una serpiente que se come así misma. Tiene que ver con la infinitud de las cosas.

—¿Qué significa todo esto? — se le pregunta al diseñador.

—Creo que homenajear a alguien —expresa— es alargar su vida en el tiempo y espacio. Entonces por eso decidimos hacerlo infinitum.

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Humberto Ríos Navarrete

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