En el auditorio de un edificio de la calle Balderas, colonia Centro, están reunidos funcionarios del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) y del Gobierno de Ciudad de México, con integrantes de una de las 58 brigadas que harán un peculiar recorrido para censar, por primera vez, a personas en situación de calle, cuyo número ha oscilado entre 2 mil y 4 mil en la capital.
Los brigadistas también traen un frasco de gel antibacterial, pues en ese punto de encuentro, a tiro de piedra, es normal la ausencia de higiene; además, es común olfatear mezclas de olores y humores agrios que flotan en el ambiente, sobre todo en la calle Artículo 123, resultado de una combinación de pegamentos y productos químicos.
Noche del 11 de marzo.
Frente al grupo habla José Luis Bonilla Mávil, director regional Zona Centro del Inegi, quien proyecta diapositivas y refiere datos generales sobre este ejercicio, “el más democrático”, que se ejerce cada 10 años, desde 1895, en el territorio nacional: contar a todos los mexicanos. “Sin distingos”. Esta noche censarán a la población vulnerable.
La tarea es emprendida por primera vez con funcionarios locales, quienes ubican 527 puntos de encuentro en la capital. La Secretaría de Inclusión y Bienestar Social local (Sibiso), tiene un padrón de mil 108 personas en situación de calle y 895 registrados en albergues.
Las 58 brigadas están integradas por 390 servidores públicos; de ellos, 325 son entrevistadores del Inegi y 65 asistentes de la Sibiso.
Hay un discreto acompañamiento de policías de la Secretaría de Seguridad Ciudadana. Los encuestadores deben usar un lenguaje respetuoso. Tienen prohibido fumar y dar dinero.
Las entrevistadoras no deben llevar el pelo suelto, ni alhajas, ni artículos de valor. Cada brigada tiene un coordinador y un líder de contacto. Los brigadistas traen mochila, lámpara, bolígrafo y un “modesto” lunch.
Y listo.
Allá van.
No es labor fácil.
Y lo hacen con entusiasmo.
***
En esta parte los encuestadores se mueven entre menesterosos que conviven con cuatro perros sobre cobijas amontonadas en banquetas. Hay desde bebés, hasta adolescentes, jóvenes y adultos.
En la equina sobresale una muchacha. Se le ha visto deambular, a veces en silla de ruedas, la mirada sin punto fijo; otros camaradas suyos la acompañan en este punto de reunión. Una joven empuja su carriola con una bebé somnolienta. Ella se niega a responder el cuestionario.
Dos menores, hombre y mujer, reposan entre cobertores. Ninguno de los dos quiere hablar. Un empleado trata de convencerlos. Entre dientes responde ella. Apenas se le escucha. Bonilla se aproxima a una mujer.
—Desde cuándo quiero convencerla de que se vaya al albergue —comenta Bonilla a Nadia Troncoso Arriaga, directora general del Instituto de Atención a Poblaciones Prioritarias (IAPP), quien se hace acompañar de empleados con experiencia en el monitoreo de esta población.
La inválida repite:
—No, no.
—Nomás me das el avión, hija —añade Bonilla.
El encuestador la entrevista. Ella, de voz apenas audible, responde algunas preguntas. “Me baño con agua fría”, dice la mujer, de 29 años, con rasgos de mulata, por lo que acepta ser afrodescendiente.
—¿Asiste a la escuela?
—No, solo terminé el cuarto de primaria; sí sé leer, pero tengo faltas de ortografía.
—¿En qué parte de la República vive?
—En Juárez —responde quien se mueve en un pequeño tramo de la calle Artículo 123 y Balderas, no muy lejos de la estación Juárez del Metro.
—¿Viviste en Pachuca?
—Nací en Pachuca.
—¿Tienes pareja?
—Vivo con él.
—¿Unión libre o casada?
—Unión libre.
—¿Trabaja?
—Vende dulces.
***
Los encuestadores van de un lado a otro. Algunos de los que acampan en la calle aceptan responder el cuestionario. Es el caso de este hombre que dice tener 35 años. Pero cuando le preguntan “en qué estado de la República vivías”, contesta que en el Reclusorio Norte, a lo que el empleado del Inegi pone en su libreta “Ciudad de México”.
—¿Casado o soltero?
—Soltero, gracias a Dios.
Dice que terminó la enseñanza primaria; sobre su domicilio, responde: “Siempre he estado aquí”.
Uno más refiere que vive en unión libre. Trabaja como limpiaparabrisas y ayuda “en los puestos”.
Un adolescente se niega a responder, “porque esto no es a huevo”, dice, mientras un compañero se sincera y, metido entre cobijas, dice que no puede responder porque está drogado.
Una señora de 50 años, sentada en cuclillas, acepta de buen talante el escueto interrogatorio; lo hace frente a un musculoso perro color café que está echado en los pies de dos niños que cubren medio cuerpo.
Ella dice que “no se dedica a nada”, que tiene cuatro hijos y que estudió hasta el tercer año de primaria.
La noche avanza.
Para seguir con su tarea de censar a la población en situación de calle, estos brigadistas, que salieron del edificio del Inegi, ubicado en el número 71 de Balderas, se desplazan a zonas de la alcaldía Cuauhtémoc, la de mayor concentración; lo mismo hacen, de manera sincronizada, otros compañeros en los 507 puntos de encuentro en el resto de las 15 demarcaciones.
Y deben recorrer, entre otras zonas, bajopuentes, alcantarillados, camellones, parques, cercanías de mercados, Central de Abasto, monumentos, centrales camioneras, estaciones del Sistema de Transporte Colectivo Metro, afuera de hospitales, edificios abandonados, construcciones inconclusas y otras zonas donde pernocta esta población marginada.
Jueves 12 de marzo.
La jornada censal termina sin ningún incidente durante la madrugada del día siguiente, según reporte de Bonilla Mávil, quien comenta: “Sin lugar a dudas el ejercicio realizado es muestra del trabajo en conjunto y suma de esfuerzo institucionales…”
Lo más probable es que la mayoría de estos grupos continúe en calles de la gran ciudad, pues sus integrantes prefieren la libertad del asfalto que estar en un albergue, donde hay reglamentos que deben cumplir.