Frente a decenas de pequeños comerciantes, reunidos bajo una carpa en la explanada del Monumento a la Revolución, Salomón Chertorivski Woldenberg, secretario de Desarrollo Económico del DF, recuerda que de niño acompañaba a su abuelo a las calles de Correo Mayor, donde tenía una pequeña tienda de camisas.
De pie y en mangas de camisa, mientras observa a dueños de misceláneas, peluquerías y estéticas, rememora que su abuelo madrugaba todos los días "a ganarse la vida". Estaba en el Metro a las cinco de la mañana —"yo bien recuerdo"— para ir a trabajar a la Comercial Bonetera, donde el abuelo vendía camisas.
Sobre el templete, donde lo acompañan los delegados de Iztacalco e Iztapalapa, un dirigente de comerciantes establecidos y otros funcionarios, Chertorivski describe lo que hacía el abuelo al llegar a la tienda: "Abría el candado, levantaba la cortina y estaba todo el día, hasta las siete y media, ocho, depende cómo hayan ido las ventas".
Y cortaba caja.
"Regresaba a su casa a descansar, para trabajar otra vez, todo el día. Trabajaba los sábados. En temporada de diciembre hasta los domingos".
El maestro en economía por el Instituto Tecnológico Autónomo de México, ITAM, y ex funcionario en el sexenio de Felipe Calderón, donde impulsó el Seguro Popular, sigue con el recuerdo de su abuelo, quien "dedicó su vida a trabajar, y ya no para él, sino para sus hijos y para sus nietos; gracias a su trabajo, mi papá fue el primero de la familia que pudo ir a la Universidad Nacional...".
Aterriza:
"Estoy seguro que muchos de los que están aquí trabajan todos los días, ya no nada más pensando en ustedes, sino en sus hijos y sus nietos; en cómo les van a dar a ellos un mayor futuro y una mayor oportunidad...".
Y anuncia "los apoyos".
Una persona comenta:
—Le gusta contar esa anécdota.
Corina Olicón Sánchez no está aquí, en Plaza de la República, sino en la colonia Narvarte, en su estudio, y es posible que ni siquiera sepa que se lleva a cabo este acto, donde ofrecen microcréditos y capacitación para impulsar pequeños negocios; la une, sí, el esfuerzo que hace esta gente, con la diferencia de que ella no es dueña de un abarrote ni de una tienda ni de un salón de belleza ni de una papelería, aunque sí tiene que ver con este último giro, pues consume la materia prima que ahí venden.
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Jueves 10 de diciembre.
Y ahí está Chertorivski, acompañado de los jefes delegacionales de Iztapalapa, e Iztacalco, Dione Anguiano y Carlos Estrada, respectivamente, y del presidente del Instituto de Verificación Administrativa, Meyer Klip.
"No inspecciones, no clausuras indebidas, no andar molestando —alza la voz—, porque la economía no está para verificaciones o clausuras, está para quien trata de ganarse la vida digna y honestamente".
Y aplauden.
El apoyo económico por "única" ocasión fue de 2 mil pesos para "fortalecer" este tipo de negocios. "La meta es abarcar los 70 mil establecimientos de estos giros y ampliarlo a los 415 mil micronegocios de los diferentes ramos".
El funcionario comenta que, acompañado de la delegada, fue a cortarse el cabello a una peluquería en Iztapalapa, donde le sorprendió que a un peluquero, después de 40 años, querían clausurarle el negocio.
"Pero, caray: 40 años cortando el cabello, hay que dárselo... Vamos a regularizarlos... Y crédito para los que lo necesiten".
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La Nube surge entre dos amigas, Ely y Carolina, que estudiaron Arte y Diseño Visual en la UNAM, cuyo esfuerzo sobresale y la creatividad vuela.
Se conocieron en un diplomado de grabado para aplicaciones editoriales, donde hubo un módulo denominado "Libro objeto o Libro de artista".
El director de la carrera Diseño y Comunicación Visual, Héctor Morales, de la FES Cuautitlán, "es una eminencia", recuerda Olicón Sánchez, quien se emociona cuando describe su proyecto: un pequeño cofre de papel comprimido, que atesora unos microcuentos, con ilustraciones propias.
—Es mi librito. Hice cinco ejemplares —describe, mientras desata el listón y enseguida aparece el azul turquesa—. Y más allá de ser un diplomado, fue como descubrir eso que te gustaba, regresar al origen. Lo que siempre quisiste hacer.
—¿Por qué el origen?
—Porque es algo que está dentro de ti, con lo que naciste y se pierde de vista. Solo es cosa de retomarlo.
Y ahí, en su estudio, rodeada de libros y sus objetos de trabajo, como plegaderas de teflón, de hueso y bambú, tijeras, navajas, cúter, punzón, cama de perforado.
De ahí salen las libretas, con grabados propios, pintadas a mano. "La idea surge de expresar lo que a mi más me gusta hacer: el diseño, la ilustración de una forma más libre, más concreto".
—Y nace La Nube.
—La idea nace de esa libertad en la que de repente Ely y yo nos acostamos en el pasto, imaginamos qué podríamos hacer, qué nos gustaría hacer, miramos al cielo, y de ahí surgió el nombre de la marca. Fue como visualizar un sueño.
—¿Y cómo les va?
—Empezamos con una pequeña serie de libretas ilustradas, hechas a mano que lanzamos con un logotipo en una página de internet. Hemos tenido pedidos personalizados. Vic nos pidió una serie chiquita para un evento.
—¿No está rebasado lo artesanal?
—Nos gusta poner énfasis en que cada libreta se hace a mano, desde que cosemos las hojas, hasta los empastados; hecha con cariño, con paciencia, con el tiempo que se requiere. Es un objeto único desde que la conceptualizamos.
—¿Diseños propios?
—Como diseñadoras y como ilustradoras, pero también hemos trabajado con varios ilustradores, porque nos gustan las colaboraciones, sabemos que podemos, con más ideas, hacer productos más especiales.
—¿No son competencia los dispositivos electrónicos?
—No, porque la libreta es básica para poder plasmar un pensamiento. Es como una dinámica de pensamiento muy específica; o sea, no es lo mismo teclear la computadora, que físicamente escribir en una hoja. Es algo que...nunca va a pasar de moda, es como la permanencia de las ideas.
—Muy personal.
—Muy personal e indispensable. Creo que las personas que aman los objetos, la belleza, también lo pueden apreciar al mismo tiempo. Es muy importante expresar sus ideas de una manera tradicional. La libreta sobrevivirá.
Es la historia de dos amigas, quienes, mientras miraban las nubes pasar, echaron a volar la imaginación y establecieron sus talleres caseros, donde usan instrumentos sencillos y mucha creatividad.