Cultura

Guantes contra las adicciones

Desde niño y adolescente practicó el box, aunque no llegó a ser profesional; ahora da clases de ese deporte en Iztapalapa, la alcaldía con más delincuencia en la capital, de lo que está consciente Raúl Patiño Fernández, quien cree que la enseñanza del pugilismo podría ser el inicio para acabar con ese flagelo, que, junto a las adicciones, es una plaga en la demarcación.

El propio Patiño, de 40 años, ha sido testigo de problemas y los ha enfrentado, pues primero lo despojaron de un predio de su papá; además, fue echado por los mismos sujetos de una zona, muy cerca de un reclusorio, donde adiestraba a sus pupilos; un punto en el que, sospecha, los presuntos delincuentes no quieren ser mosqueados con su presencia.

En su propuesta también invita a ponerse los guantes para pelear contra el sedentarismo y la obesidad, de modo que a sus 50 alumnos, hombres y mujeres, entre niños y adolescentes,  les inculca disciplina, pues los pone a trotar alrededor de un espacio del Parque Nueva Vida, donde las autoridades de la demarcación le permitieron impartir sus clases.

Y es que la meta de Patiño Fernández, que aprendió de su padre este deporte, también es descubrir nuevos talentos, además de “pelear contra el sedentarismo, la obesidad y las adicciones, y así poner nuestro granito de arena en nuestra colonia San Lorenzo Tezonco”.

Patiño es un hombre que pone emoción a sus palabras mientras dicta órdenes a sus alumnos, siempre animándolos,  o cuando platica con el reportero, quien no necesita recordarle que esta demarcación siempre ha estado adelante en temas de inseguridad y otros azotes.

 

Guantes contra las adicciones
Guantes contra las adicciones

Por eso argumenta que su cometido es que vecinos, niñas, niños, jóvenes y adultos, pero sobre todo menores de edad, “se alejen de los vicios, de las drogas, que en esta demarcación abundan”.

—¿Es la meta?  

—Esa es mi meta, ese es mi propósito: poner algo para mi colonia.

Por eso dos veces a la semana instala los enseres de su equipo deportivo, algunos comprados por él mismo y otros obsequiados por un amigo; y aunque en un principio enfrentó problemas, eso quedó atrás, cuando hace dos años inició muy cerca de las canchas del Reclusorio Oriente.

—¿Qué pasó en esa ocasión?

—Un vecino que no le pareció vernos ahí con los costales colgados nos fue a confrontar, amedrentarnos, de que los quitáramos, y entonces decidimos venir a la administración del parque para que nos dieran permiso, ya que aquí hay seguridad, hay vigilancia. Y como vienen muchas familias, pues aquí las tengo más seguros  con mis alumnos y mis alumnas.

 ***

            

Patiño no cobra ni un centavo, pues de vez en cuando él y su hija, Liz Patiño, salen a pedir cooperación a la calle, mientras que un amigo, Chuy González, El Hijo del pueblo, un boxeador profesional, dueño de un gimnasio en el municipio de Naucalpan, les ha obsequiado guantes y caretas, relata este hombre bajo unos árboles de pirul, de los que ata su equipo.

El único requisito para sus alumnos, comenta, es que tengan muchas ganas aprender y que no falten a las prácticas; que vengan con ropa cómoda “y con dos litros de agua como mínimo, porque aquí sí sudamos, aquí sí trabajamos, aquí aprendemos lo que es box real, defensa efectiva”.

Padres y madres asisten al entrenamiento de sus niños y niñas, entre la que está la hija de entrenador, María Liz Patiño Vázquez, de 17 años, quien recuerda que de niña escuchaba las anécdotas de su padre, cuyo abuelo contaba que después de trabajar, “se armaban sparrings muy buenos afuera del trabajo”, allá en la colonia Obrera de la capital.

Guantes contra las adicciones
Guantes contra las adicciones

 

“Y desde ese momento, ver a mi papá y a mi abuelo, fue una inspiración muy grande para decidir meterme al deporte, acondicionar mi cuerpo y seguir en esto”, dice muy segura y decidida la jovencita.

—¿Desde qué edad?

—Yo empecé ahora sí que desde los nueve años a entrenar, en casa y en parques.

—¿Y hasta dónde piensas llegar?

—Mi sueño es convertirme en una boxeadora como Jackie Nava, que ha sido ha sido ejemplo a seguir; la admiro demasiado y como ella quiero hacer profesionalismo en el box.

—¿Hay otra más?

La Barby Juárez.

—¿Y qué te gusta de ellas?
 

—De Jackie Nava, el empeño que tiene en sus entrenamientos, su determinación y cómo acondiciona su cuerpo; su cuerpo, la verdad, es de admirarse, y estoy intentando construir el mío como el de ella.

—¿Qué te gustaría decir para que el mundo se diera cuenta de ti?

—Me gustaría que me voltearan a ver, porque la verdad he hecho un trabajo con mucho esfuerzo y sé que no les voy a fallar y voy a ser grande.

Aquí también está el niño Ángel Soriel Rojas, de 6 años, quien apenas puede hablar; de lo que está seguro es que quiere ser como Saúl El canelo Álvarez. —¿Por qué quieres como El Canelo?
Guantes contra las adicciones
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—Palla defendelme— responde.
 

Y por acá está Mary Paz Cruz Hernández, más chica, de 5 años, quien mueve sus manos con agilidad aunque apenas pueda hablar.

—¿Por qué te gusta el box?

—Poique quiello sei una mallesta de box.

Manuel Manrique Sánchez, de 16 años, también asiste como otros tantos, hombres y mujeres, porque quieren aprender box.

—¿Por qué?

—Porque mi padrastro me enseñó un poco de box y de ahí me empezó a gustar mucho.

—¿Y quiénes serían tus boxeadores?

—Canelo Álvarez y Julio César Chávez.

Y más, muchos más, muestran su entusiasmo cuando hablan de este deporte que entrenan con gusto frente a los ojos de padres y madres.

Guantes contra las adicciones
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***

  

Y aquí, viernes y sábados,  siempre estará Raúl con estos alumnos, que obedecen sus indicaciones mientras los pone a boxear o realizar ejercicios de calentamiento, desde el más pequeño, hasta los más grandes, que ya saben intercambiar golpes básicos y los mejor ejecutados.

—¿Y ya han escalado algunos de tus alumnos?

—Sí, tenemos dos compañeritos que ganaron cinturones en un par de torneos; lamentablemente ya tienen otra residencia, ya no continuaron aquí.

—Y cómo fueron tus inicios?

—Yo empecé en este deporte porque mi papá me contaba que en su tiempo de joven —él ya murió—  era muy común que los sábados, a la salida del trabajo, se armaran las peleas entre sus compañeros del trabajo, y pues también él llegó a entrenar boxeo en un gimnasio de la colonia Obrera— relata Patiño.

“Entonces él, mi padre, me contaba todas esas historias y se me quedaron grabadas en la memoria, y me impulsó mucho para que yo visitara un gimnasio, aquí en los alrededores, y fomentó mucho el deporte que ahora yo profeso, que practico, que enseño a todos”.

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Humberto Ríos Navarrete
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