Cultura

Erick, el diseñador vintage

Había terminado sus estudios en plena pandemia, como millones, y le cayeron encima varias interrogantes sobre su futuro. En eso estaba cuando fue invitado por la Escuela Nacional de Antropología e Historia, la ENAH, a participar en un desfile con sus diseños, y tituló su colección como La última cena.

No se trataba de una provocación, sino de plantear un cúmulo de preguntas con sus proyectos y modelos, pues de todos es conocida la imagen religiosa. Entonces por su mente pasaron aquellos personajes de tez blanca y sin ninguna mujer entre ellos. Él, sin embargo, las incluiría.

Para empezar, caviló, la imagen y el cuerpo femeninos son relegados en la religión. Y lo que hizo Erick Molina fue incorporarlas. No solo eso: incluyó a chicos gay, chicos afeminados, como dice, mujeres corpulentas “que existen, existen, existen”, repite quien quería romper con el estigma.

Erick, el diseñador vintage
Erick, el diseñador vintage

“Todas estas corporalidades también deberían estar en nuestro concepto de lo sagrado”, argumenta Molina en su casa de Xalostoc, municipio de Ecatepec, Estado de México, donde vive con su madre.

“Todos conocemos la imagen de La última cena, comenta, “y es un tipo de belleza al que siempre nos referimos: las personas blanquitas”.

—¿Fue una anti cena, te revelaste, fue una protesta?

—No, yo no estoy buscando la protesta; solo estoy poniendo sobre la mesa la posibilidad.

—O sea…

—A mí ya no me sirve hablarle a la Iglesia y decirle: “Oye, por qué nos has silenciado y castigado tantos años”. Yo no necesito convencer a esa gente; yo necesito decirle a los chicos gays, como yo: “¿Es válida tu existencia, es válido lo que quieres hacer?” “Hazlo”. Y no es pelearse.

—No es necesario abrirse paso peleando.

—Trabajando, creando, haciendo comunidad. Eso, creo yo, aporta mucho.

—¿Ya eres una marca, Erick Molina?

—Ya empezamos. Llevo año y medio con mi marca. Empieza la pandemia y me llega esta crisis: qué voy a hacer con mi vida. Entonces digo: bueno, si ya sé coser, ya le sé a la ropa, por algo lo estudié. Y me gusta, me gusta mucho.

Erick, el diseñador vintage
Erick, el diseñador vintage

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Erick Molina está contra la estigmatización del municipio de Ecatepec, donde vive gente digna y trabajadora, define este diseñador, cuyo su sueño es tener su propio taller de costura y emplear  a señoras, señores y jóvenes de esta zona que no tengan que malgastar tres horas diarias para trasladarse a Ciudad de México para trabajar.

Y su intención, además, es decirle a gente como él, un chico gay que pasó por depresiones, “pueden hacer  sus sueños realidad”, dice y acota con una sonrisa: “Primero tengo que lograrlo yo”.

Entonces lo que hizo fue montar su taller en casa de su madre, y comenzó a diseñar vestuario cómodo, práctico y elegante, y en sus creaciones rehúsa  material, una tendencia de los nuevos tiempos, pues le preocupa el deterioro del medio ambiente.  

Y puso manos a la costura, porque para eso había estudiado. “Y me ha gustado, me gusta mucho”, reitera. “Me ayudaron amigos que vivían por acá, por la zona, y órale”.

Y es que la pandemia, como a millones en el mundo, lo hizo meditar “de ver cómo sobrevivir, porque muchos se quedaron sin trabajo; y yo dije: no puedo salir a buscar, porque si me mandan a una fábrica, pues voy a estar yendo y viniendo, y luego el contagio”.     

Erick  estudió Diseño de moda en una pequeña escuela especializada de la colonia Juárez, Casa Francia, donde se inclinó por ese estilo de diseño para hombres que se parecen a él, dice, “en personas también no binarias, mujeres que buscan sentirse cómodas con su cuerpo”.

Erick, el diseñador vintage
Erick, el diseñador vintage

—Ropa cómoda. 

—Sí, porque a mí de la moda no me gusta cuando te restringe. Me gusta la ropa grande, que no tiene género; que lo pueda usar una chica, un chico. En ser más amable con el cuerpo, que lo podrías llevar a una fiesta o a trabajar.

—¿Qué tipo de material usas?

—Me encanta la gabardina, el algodón, porque son  frescos, no te sofocan;  también uso muchos materiales de segunda mano; las fábricas, por ejemplo, si ya no van a producir algo, liquidan los rollos y ese material, en vez de tirarlo a la basura, hay quienes lo compramos y con eso trabajamos. O en las pacas.

—¿Es lo que se le denomina vintage?

—Ajá, el de las pacas es material vintage.

—Ya es una tendencia.  

—Yo creo que tiene que ver con esta preocupación por aportar algo para detener el cambio climático. Pero falta mucho. Pienso que así debería funcionar la industria del vestido: usando lo que ya existe

  

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Erick, el diseñador vintage
Erick, el diseñador vintage

En sus diseños incluye telas japonesas. Por cierto, habla de su influencia nipona, que es cómoda y distinguida. “Los japoneses incluyen telas increíbles”, dice y describe algunos patrones: playeras y pantalones grandes”.

Los diseñadores japoneses llegan a París, capital de la moda, y cuestionan lo apretujado de los diseños. En cambio los suyos tienen como prioridad la comodidad; es decir, “darle libertad al cuerpo para moverse”.

—¿Y la elegancia?
—Es también cuestionar qué es el lujo, lo elegante, de por qué andar de tenis todavía nos cuesta ver como elegante.  Por qué siempre tiene que ser un taconcito y zapato formal. Son cosas que damos por hecho, pero creo que hay que cuestionarlas. Porque  yo, cuando iba al centro, a la escuela, pues son dos horas, mínimo, de ida y vuelta…

 

—De Xalostoc al Centro.

—Sí, y todos los oficinistas, todos los que tienen que ir de uniforme; en fin, no sé, las vendedoras que van con su trajecito sastre; digo, como hay que cambiar el concepto de lo elegante.

 

En su colección también hay chalecos. “Les puse Kosobo, nada más para diferenciarlo; es un chaleco funcional, pues aquí te pones lo esencial y te ves bien”, dice, mientras palpa las bolsas grandes que puede cubrir un sobretodo.

También lo inspiró la discreción que se busca en Ciudad de México. “No puedes andar tan ostentoso porque luego-luego te atracan. Entonces, es un balance”, comenta, para luego añadir las principales características: “que sea una pieza linda y cómoda”.

 

Erick, el diseñador vintage
Erick, el diseñador vintage

—Con desparpajo.

—Sí, pero tampoco vamos andar fodongos.  También me gusta cuestionar esto del género, porque lo puede usar una chica, un chico, un chique. Son diseños para personas creativas, que están en la onda de la moda o del arte, en publicidad, que trabajan en museos…

 

—Que cada vez se extiende.

—Sí, aunque todavía falta mucho; pero, por ejemplo, la galería de Tepito: Tepito no es un lugar en el que esperarías una galería, y las hay, y cada vez hay más gente haciendo cosas en lugares inesperados.

 

Erick, el diseñador vintage
Erick, el diseñador vintage

Erick Molina dice que desde chico sentía esa necesidad. Lo confirma su madre María Guadalupe Graciela Hernández Montiel, quien se enorgullece de que su haya logrado terminar esa carrera. “Desde muy niño tenía la idea de hacer esto y haberlo conseguido me da mucha satisfacción”, comenta la madre del hijo que irrumpe en la industria del diseño con propuestas desplegadas en lugares inesperados y proyectos sin distinción de género ni raza, sino en busca de libertad.

Humberto Ríos Navarrete

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