Cultura

De vapeadores a dulces con mota

En un Colegio de Bachilleres se mueve un mar de tres mil adolescentes y jóvenes; pero no todos son alumnos, pues algunos clonan credenciales y tiras de materia para poder entrar y vender drogas. En ese cardumen, sin embargo, hay escolares que muerden anzuelos que también son lanzados en mensajes de WatsApp que agrupan a 12 mil 85 miembros.

 

Pero no todos caen.

 

Directivos de planteles están conscientes del problema; por eso en algunos accesos han colocado cámaras de videos; pero esto no es una garantía total, pues los filtros son porosos, de modo que los distribuidores logran camuflarse y, ya en el interior, buscan recovecos.

 

Los nombres de dulces y bebidas van desde Manzanas locas, hasta Los brownies mágicos y las denominadas Gomitas de vodka. Todos los días pasa algo extraño o irregular en los planteles del sistema.

De vapeadores a dulces con mota
De vapeadores a dulces con mota 2


 

El mes pasado, por ejemplo, dos alumnos tomaron agua en las gradas y allí mismo vomitaron. Hacía calor y les ofrecieron dos botellas. Ingirieron el líquido sin imaginar las consecuencias.

 

Las anécdotas son contadas por profesores y padres de familia del Colegio de Bachilleres número 2, de Avenida Cien Metros, entre otras escuelas, que asisten a reuniones u observan cuando dejan o van por sus hijos. De vez en cuando las maestras se colocan en las puertas de entrada.

 

Y desde las puertas, de forma aleatoria, piden las tiras de materias y credenciales con la intención de corroborar si son alumnos.

 

Una directora se colocó para observar y pidió sus papeles a un joven, pero éste corrió.

 

La confianza está depositada en los alumnos, pero hay infiltrados, reflexionó la profesora en una junta de paterfamilias.

 

Por eso habrá que estar alertas, comentó otro directivo durante otra reunión con padres de familia, a quienes pidió preocuparse por sus hijos, pues en ocasiones los problemas se inician en los hogares o son cazados de camino a la escuela. Entonces las anécdotas cayeron en cascadas.

 

“A qué creen entran esos jóvenes”, comentó la directora, refiriéndose a los sospechosos, “pues para lo que ustedes imaginan”.

 

La revisión no es a fondo, sino superficial, y no a todos, pues son muchos, una inmensidad, pero, advirtió la docente, “no nos jueguen las contras”.

 

La mamá de un estudiante comentó que a ella ya le tocó ver actuar a las autoridades. En una ocasión, dijo, fue a una reunión y atestiguó que descubrieron a un falso estudiante vendiendo drogas.

 

“Entonces la directora del plantel llamó a la Guardia Nacional y vinieron por el narcomenudista y se lo llevaron”, relató la señora.

 

Una profesora narró que descubrieron a otro joven que traía credencial y una tira de materias falsas. Le preguntaron que desde cuándo entraba al plantel y dijo que desde hacía cinco meses. También le preguntaron que a qué iba y comentó que “nada más” a visitar a sus amigos.

 

¿Por qué?  

 

—Porque aquí me la paso bien.

 

Otra ocasión,  cuenta el esposo de la señora antes mencionada, vio afuera de la escuela a distribuidores que le daban dulces con droga para que los estudiantes los vendieran.

 

“Eran gomitas que se la ofrecieron en 20 pesos  para vender adentro en 25”, comentó. “Y si vendían más de diez  les daban aparte una comisión por las ventas”.

  

         ***

          

Una adolescente platica con otra en la entrada de la estación Politécnico del Metro. Un sujeto se les aproxima y pregunta:

 

—¿Problema con alguna materia?

 

—Sí— contesta una de ellas.

 

—Pásenme su número.

 

Y caen.

 

Ya estás dentro…

 

El mensaje la estremece.

 

Ya valió, piensa una de ellas.

 

En la primera junta con los padres de familia les habían comentado que en caso de entrar a un grupo de porros es muy difícil salir, y que solo hay dos formas de hacerlo: o los papás pagan una cantidad de dinero o los alumnos reciben golpizas hasta dejarlos inconscientes.

 

La adolescente que había mordido el anzuelo pasó días sin decir nada a sus padres, pues temía que la reprendieran. Cada rato le enviaban mensajes de que se debía unir al grupo de WatsApp.

 

Lo consultó con otras amigas y una de ellas recomendó que lo mejor era no hacer caso, pero las amenazas subían de tono. Por fin le dijo a sus padres y entonces le cambiaron el número telefónico.

 

—¿Qué sentías?

 

—Estaba tan angustiada —relata la adolescente—  que nada más pensaba la hora en que me llamaran. Tuve que buscar aplicaciones para bloquearlos, pero WatsApp no tiene esa función.

 

—¿Qué pensabas?

 

—Esos tres días se me hicieron como un mes y ya no dormía al cien.

 

—¿Y qué te decían?

 

—Ya estás adentro.

 

Ella ha visto cómo compran cervezas algunas de sus compañeras que también fuman mariguana. Le invitan les dice que no se le apetece.

De vapeadores a dulces con mota
De vapeadores a dulces con mota

Hay otras drogas parecidas a la mariguana. Son cigarros con diversos sabores. Cuestan diez pesos. Los ofrecen en las canchas de la escuela. Les dicen pitufos, manzanas mágicas y gomitas.

 

—¿Y qué dicen quienes los venden?

 

—Preguntan: “Los quieres dobles o recargados”. También hay charolas que valen mil 200 pesos. Traen ocho muffins recargados.  

  

***

  

Una señora comentaba que afuera del Colegio de Bachilleres de División del Norte es común el consumo de alcohol y drogas; lo mismo en el plantel 10. “Un día llegué varios minutos antes a recoger a mi hija y vi llegar a un chico con una mochila; entonces como moscas se le arremolinaron varias chavitas”, comentó la madre de familia.

 

—¿Y qué vendía?

 

—Bolsitas con polvo blanco.

 

Y ahí mismo, sin el menor recato, comenzaron a esnifar.

 

Es lo que vio la señora.

 

Y los maestros también han detectado cómo jóvenes que no son alumnos clonan credenciales, incluso en tarjetas del Metro.

 

Los vapeadores, mientras tanto, son de diferentes sabores: mango, kiwi, uva, fresa, piña y mandarina. Cuestan 90 pesos y son para mil fumadas. Otros jóvenes consumen energetizantes.

 

Una profesora fue hasta los extremos cuando recomendó: “Díganle a sus hijos que no confíen en sus amigos; que no tomen nada que les ofrezcan; y, por favor, mándenlos bien desayunados”.

 

Y un directivo repitió: “Yo nomás les pido una cosa, papás, mamás: no nos jueguen a las contras”.


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Humberto Ríos Navarrete
  • Humberto Ríos Navarrete
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