Con 25 años en el oficio periodístico, diez de ellos dedicados a elaborar una serie de historias fotográfica que tituló Barrio Frontera, Héctor Banda viajó de su natal Mexicali, Baja California, hasta Ciudad de México, para exponer su obra en la galería José María Velasco, donde suelta una frase que compendia sus quehaceres: “Yo siempre he dicho que hay fotografías para alimentar el espíritu y otra para alimentar el estómago”.
De los años que tiene en la reporteada, 20 han sido de fotógrafo, similar a lo que sucede con otros colegas del mismo oficio, pero a lo largo de todo ese tiempo, en su caso, se acumularon historias, y entonces notó que una cosa es la foto para el trabajo diario y otra la que requiere más atención. “Yo empecé a disparar mi cámara como en 1999”, comenta.
Y fue a partir de ahí cuando ideó una colección de fotos, pues tenía material único, ya que le tocó hacer historias de los habitantes.

Y en su andar encontró la historia de Arturo, un ex adicto que adaptó un espacio que había sido picadero, para enseñar boxeo a jóvenes; y aquí también está la imagen del Güicho Valenciano, “un artista de la tinta”.
En el transcurso de la talacha diaria redondeó su proyecto y salió Barrio Frontera. Porque las primeras notas y fotos eran para un periódico en el que trabajaba. Ahí germinaron las historias. Prefirió inclinarse por ese lado y pensó: “Voy a hacer un recopilado de ellos con fotos”.
—Es lo tuyo.
—Sí, lo mío es la foto porque es lo que me llena como artista, no solo como profesional.
Ha expuesto su obra en otras partes de la República mexicana y en California. Y ahora lo hace en la galería José María Velasco, ubicada en la avenida Peralvillo, barrio de Tepito, un espacio urbano propicio por lo que significa esta zona que ha sido crisol de oficios.
De madre michoacana y padre zacatecano, quienes emigraron a la frontera norte donde nació hace 48 años, Héctor Banda dice que el proyecto de Barrio Frontera cuenta con más de 800 fotos, de las cuales solo expone 60 en esta galería de la colonia Morelos.
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Barrio Frontera es un proyecto de arte documental que retrata la comunidad del cholismo a lo largo de la República mexicana. Es un proyecto que lejos de retratar el tema de la delincuencia, de las adicciones o de todos aquellos tópicos que hacen de esta comunidad referirse con prejuicio, está hecho de historias de éxito; de cholos que tienen que ver con el deporte, la cultura y otras historias personales venidas a más.
Aquí tenemos deportistas, cantantes de música rap, muralistas y empresarios, tenemos gente con licenciaturas, egresados de la UNAM , egresados de la Universidad Autónoma de Baja California, pero que no pierden su esencia como cholos, que están orgullosos de quiénes son y de su identidad.
Y eso es importante.
Porque la imagen es prejuicio como tal; es prejuicio ver a una persona tatuada, pelón, con su ropa holgada, y eso yo lo entiendo, porque hablar históricamente del cholo, nos remontamos a California, y más particular a Los Ángeles, donde por posicionamiento racial de la comunidad latina y chicana en Estados Unidos, se forman las gangas, se forman las pandillas.
Pero también la sociedad es mutante, las comunidades mutan, son cambiantes; entonces pasan de ser un sector apegado a la descomposición del tejido social a convertirse en un estilo de vida; gracias a la migración, que ha permeado por toda la república mexicana, pero como identidad y como parte del matiz cultural que tiene nuestro país.
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Los cholos surgieron durante los 60 y 70, en Los Ángeles, California, todos originarios de la comunidad latina, como una respuesta a la discriminación; pero muchos dejaron eso atrás, para dar paso a otro estilo de vida, aunque mantuvieron su forma de vestir.
La fuerza de este proyecto radica en Mexicali, Baja California, también con producción en Tijuana, Sinaloa, Monterrey y Ciudad de México, explica Héctor Banda. “También tomamos unas fotografías en Ciudad Nezahualcóyotl”.
Y ahí están las fotos, como la del padre de piel tatuada, con su hija recién nacida en brazos, y otras de personajes que son un claro reflejo de cómo salir de un círculo vicioso. Y también hay de empresarios que se han negado a dejar su origen cholo.
Por eso la idea de este proyecto, como Héctor lo dice, es el de honrar la figura del cholo que a lo largo de los años fue estigmatizada; y para ejemplificar menciona en caso de mujeres.
“Sofía —explica el autor— es una chica egresada de la UNAM en el tema de Derecho, y, bueno, es orgullosamente con su identidad de chola, orgullosa de su raíz y de su barrio; y eso es importante, porque no va a peleada una cosa con la otra”.

—Y también empresarios.
—El Güicho Valenciano, sí, como lo conocemos todos, de cariño, y como compas, como El Güicho de la Baja.
—A qué se dedica. .
—Él tiene un centro comercial; tiene su tattoo shop, ya con su gente que le trabaja la tinta corporal; es un artista completo, padre de familia ejemplar, buen esposo, y, bueno, es una historia de éxito que tenía que estar en el ojo público y Barrio Frontera hace la función de que así sea.
—Él antes era un cholo.
—Lo es todavía. Tiene su esencia, porta con orgullo sus tatuajes, y su identidad ha estado muy firme.

Durante un tiempo algunos de los retratados formaron pandillas o fueron adictos; después se rehabilitaron, para convertirse en personas de bien, ciertamente, pero el artista hace una pertinente aclaración:
“Hay mucha gente en el proyecto que jamás ha pisado las prisiones; son gente que por herencia cultural, por su arraigo y por cuestión migratoria trae la esencia chicana y la esencia del cholo mexicano, que es muy distinto”
Como se sabe, la base del cholo se gesta en Estado Unidos, pero la transculturización provoca que sean diferentes a otras regiones de México. Es decir —como lo dice el artista—, se transforma.

“Por ejemplo —aclara— en Monterrey tenemos a los cholos que bailan la cumbia colombiana, y eso no lo ves en Baja California ni en California. Ellos traen otro tipo de identidades y de manifestaciones culturales”.
El proyecto está dividido en la producción de fotografías intervenidas, de estudio, con biografía de los protagonistas; y la foto callejera.
En la colección también incluyó otra parte del cholismo: la cultura lowrider, es decir, autos y bicis arreglados.
Y mientras recorremos la exposición para observar las figuras de personajes que no dejan de impresionar, la mayoría en blanco y negro, el artista recuerda que todo surgió desde su niñez.

“Yo ya traía la vena artística: empecé a hacer foto callejera, porque era lo que me nacía; después, empiezo a ir a la universidad, termino mi carrera y empiezo hacer, por añadidura, fotografía con la prensa escrita”.

