Si bien la improvisación teatral ha existido desde que el mundo es mundo, con la Comedia del arte --nacida en la Italia del siglo XVI, en pleno Renacimiento-- este recurso alcanzó niveles supremos.
Aquellos incipientes actores hacían uso de lo que se conocía como lazzi, que no eran otra cosa que una especie de líneas argumentales generales, que les permitían inventar sobre la marcha locuras repentinas o bromas ajenas a la trama principal, habitualmente hilarantes.
Esa improvisación ha tenido etapas e intérpretes de esplendor y me atrevo a decir que en las últimas dos décadas en nuestro país se ha vivido una de ellas; y el botón de muestra de ello es La improlucha, un espectáculo-montaje-performance-experiencia que se ha convertido en una exitosísima propuesta escénica, tan es así que ya ha tenido diversos vástagos.
El benjamín de esta familia de montajes es Desde cero, un musical improvisado que recientemente se estrenó y ya ha comenzado a cosechar elogios múltiples, que responden a diversos motivos, que bien vale la pena detallar:
El primero es el concepto mismo, pues es el primer montaje musical en los espectáculos de esta naturaleza.
Para que este cuerpo se sostenga en pie y camine firmemente se necesita de dos piernas firmes y sólidas y aquí las hay, ¡vaya que las hay!
Se trata de dos equipos de artistas talentosos, animosos, valientes, pero sobre todo muy, MUY preparados, porque paradójicamente esta capacidad de improvisar requiere de una sólida, larga y muy firme preparación.
Esos equipos lo integran actores y músicos. ¡Bravo. bravo. bravo para todos ellos!
El elenco lo conforman 17 intérpretes que alternan en las funciones; a quienes se suman cinco músicos, que están siempre.
Otro acierto es la dinámica con la que se realizan las funciones, que es la siguiente: al entrar a la sala el público encuentra en los costados del escenario un par de pizarrones en los que escribe, en el primero un listado de frases o ideas sueltas y en el otro, diversos géneros musicales.
Del primero saldrá el título del musical de esa noche, y del segundo el ritmo predominante en el mismo.
En la función que me tocó disfrutar, el elenco lo integraron (todos estupendos): Denisha, Rodolfo Zarco, Rubén Branco, Jerry Velázquez, Daniel García, Caro Vélez y José Luis Saldaña. Y es precisamente éste último quien junto con Omar Medina crearon La improlucha y que ha sido y es la base de esa gama de espectáculos.
Los cinco maestros (¡maestrazos!) músicos son Haller Miguel, David Federico Suzawa, Juan Manuel Torreblanca, Daniel Mena y Dago.
Sobre la marcha, con sugerencias del público, haciendo malabares, pero cayendo de pie todo el tiempo, así transcurre la hora y media del espectáculo, en el que a una sorpresa sigue otra y otra, y hay un giro tras otro, pero todos ensartados en una idea central.
Evidentemente las risas (carcajadas en realidad) del público se alternan con aplausos y ¡oh! de sorpresa ante la maravilla de ver cómo se va creando el musical al momento mismo.
Las risas y los aplausos ocurren incluso en el escenario pues los actores y músicos también se sorprenden y disfrutan por la agilidad e ingenio con las que sus compañeros van hilando el montaje.
Angélica Rogel es la directora de este montaje producido por los jóvenes Jimena Saltiel, Daniel Delgado, Carlos Vidaurri y Charly Ortega. Aplauso para ellos y su valentía.
Desde cero se presenta los miércoles en el teatro Ramiro Jiménez, en avenida División del norte, casi esquina con Churubusco. ¡Vale mucho la pena!