Desde que los conozco, hace cerca de 15 años, los he admirado. No me sorprenden porque sé de su talento y profesionalismo; lo que sí me sorprende, o al menos me impresiona es que nunca, ¡NUNCA!, les abandona su entusiasmo. Nunca, y bajo ninguna circunstancia, se les baja la pila.
Se trata de Efraín González y Mauricio Salas, directores del Centro de Artes escénicas Artestudio, que recientemente celebró tres lustros de constante y creciente actividad, y que ahora presenta una nueva temporada del sensacional musical Chicago.
A Artestudio los teatreros debemos darle gracias por diversas razones, y antes de hablar de Chicago, mencionaré algunas de ellas:
Por tratarse esencialmente de una escuela, lo que más hay que reconocerle es la sólida preparación que da a sus alumnos, quienes en los últimos años se han convertido en materia prima de los principales montajes en nuestro país, tanto para musicales como para montajes de texto.
La lista de egresados de Artestudio que han encabezado puestas en escena podemos contar a Michelle Rodríguez, Majo Pérez, Natalia Saltiel, Ángel García, Alejandra Desimone, Luigi Vidal, María Elisa Gallegos, Rubén Plascencia, Adam Sadwing, y un larguísimo etcétera.
Otro agradecimiento es por acercar el teatro a un público que de no ser porque va a ver a sus familiares en escena, no acudiría. De manera colateral están creando nuevos públicos.
En tercer lugar, con su intensa actividad nos ha permitido conocer montajes que no se han visto profesionalmente en México como Miss Saigon, Moulin Rouge, o In the heights; otros más que hace tiempo no han estado en temporada como Pippin, Hairspray, o La tiendita de los errores.
Y cabe subrayar que Artestudio siempre se presenta con la autorización de las agencias correspondientes, o sea que paga los derechos que se deben cubrir en cada caso. También en eso nos deja una enseñanza.
En esos montajes han participado algunos de los casi cuatro mil estudiantes que han tomado parte de sus clases regulares o los cursos de verano. Sí, ¡cuatro mil! niños y jóvenes, entre los cuales están los integrantes del elenco de Chicago, que se presenta en el teatro Xola-Julio Prieto.
No es necesario repetir que no se trata de un montaje profesional, sino estudiantil, de jóvenes que se están preparando en el terreno del teatro musical, no necesariamente para convertirse en actores, cantantes o bailarines; muchos de ellos están ahí sólo por el gusto de subirse a un escenario y dar rienda suelta a sus inquietudes; otros lo hacen como una actividad extracurricular más, y algunos otros sólo por diversión.
Independientemente del caso, al estar en el escenario, su entrega y comportamiento son idénticos.
Apenas se abre el telón y me vuelvo a deslumbrar: escenografía, iluminación, vestuario son idénticos al montaje que se presenta en el mundo entero, y que en México hemos visto en dos montajes profesionales (el primero fue el trampolín para la internacionalización de Bianca Marroquín; y el segundo permitió regreso triunfal de Bibi Gaytán).
Un nuevo descubrimiento es el talento del joven elenco. Por la gran afluencia de alumnos, Artestudio tiene que armar varios elencos alternantes. En esta ocasión los roles protagónicos son interpretados por: Velma: Paty Baca, Karina Álvarez y Andrea Orva; Roxie: Ximena Jasso, Ale Spencer, Camila Blancarte y Tenny Apiquián; Billy: Kike Cosío, Alberto Larios Barragán, Alaín Martínez, Kevin Hernández y Morice Paris.
Destacan en otros personajes Karen Enoé, Emiliano Saljai, Sebastián Figueroa y Claudia Piñeiro; y una pléyade de entusiastas y talentosos jóvenes.
La dirección de escena es de Anahí Allué, quien hace 20 años formó parte del primer montaje de Chicago en México y Argentina; la dirección vocal es de Hugo Robles; el director musical es Mario Cabuto, y la reproducción de la coreografía es de Guillermo Téllez.
Aún restan varias funciones esta semana y la próxima de Chicago, en el teatro Xola. Vale mucho la pena ir a verla.
Felicidades una vez más a Artestudio.