Hace más de 33 años se hizo El milagro. Sí, realmente un milagro, pues contra viento y marea no sólo se ha mantenido activo, sino que ha crecido y sigue creciendo.
“El Milagro --se explica en su página oficial-- es una asociación cultural independiente, fundada en 1991, que se dedica a promover la creación escénica, la producción editorial y la reflexión artística. Nuestro objetivo central es construir un espacio de pensamiento que contribuya a fortalecer los vínculos del teatro de arte con nuestra sociedad y, en particular, con la comunidad que nos rodea”.
Luego de afianzarse en el mundo editorial, la asociación inauguró su propio espacio teatral en abril de 2008, hace poco más de 16 años. Un teatro que se mantiene permanentemente activo y en el que ahora se puede disfrutar de dos montajes extraordinarios: Amor y rabia y Días felices, que curiosamente podrían definirse como proyectos familiares.
Escrita y dirigida por David Olguín, Amor y rabia es una historia de rebeldía juvenil, de ideales, de adoctrinamientos, de búsqueda, de entrega a un sueño por construir un mundo mejor por caminos válidos y valientes para unos, ilegales y cobardes para otros.
En Amor y odio vemos el interior de una pequeña célula de un grupo de guerrilla urbana, sus confrontaciones, sus dudas, sus logros, sus abusos… Gran trabajo de Olguín como dramaturgo, lo cual no es sorpresa pues siempre lo es. Esta historia es fuerte, descarnada, frontal. Y más lo es la puesta en escena.
David ha elegido para el montaje el espacio inferior del edificio, una especie de sótano que aprovecha estupendamente bien para proyectar la clandestinidad que requiere la trama, lo cual se logra a plenitud gracias también a la escenografía e iluminación de Gabriel Pascal. ¡Gran trabajo!
Y el calificativo se extiende al elenco, integrado por la siempre estupenda Laura Almeda, sorprendiendo con un personaje masculino más que lúgubre; acompañada de los jóvenes actores Emmanuel Pavia, Santiago Alfaro, Sunem Cedillo, y David Juan Olguín Almela.
¡Bravo a todos!
Amor y odio se presenta los lunes hasta el 17 de junio en el teatro El milagro.
Y ahí mismo hace temporada de jueves a domingo, sólo hasta el 19 de mayo, Días felices, el clásico del teatro del absurdo, escrita por Samuel Beckett en 1961, y estrenada ese mismo año, primero en Nueva York, y después en Londres. En México la obra se presentó en 1977, dirigida por Manuel Montoro, y protagonizada por Beatriz Sheridan.
Días felices cuenta la relación del matrimonio formado por Winnie y Willie. Ella vive enterrada hasta la cintura en un montículo de arena, él en un agujero que está al lado. Ella espera que este nuevo día sea un día feliz, pero poco a poco todos sus buenos deseos por lograrlo se van trastocando.
¿Por qué sumida en arena? ¿por qué habitar en un agujero? Como en todas las obras del teatro del absurdo, ésta está llena de simbolismos, de guiños que invitan (¿obligan?) al público a buscar sus significados e identificarlos en su propia vida.
Un texto poderoso, vigente, fuerte, que sin duda se puede aplicar a muchas de las relaciones de pareja, y no sólo maritales, pues la interdependencia, el poder, la sumisión… se viven en múltiples ámbitos.
La dirección de escena de esta puesta en escena es de Arturo Ríos, quien logra un montaje dinámico, fluido, pese a la inmovilidad casi absoluta de los personajes. También en esta puesta en escena los diseños de escenografía e iluminación son responsabilidad de Gabriel Pascal. Nuevamente aplauso para él.
Nada fácil el reto para los actores, Mónica Torres Flores y Ricardo White, quienes ofrecen trabajos realmente estupendos.
Mencioné antes que se trataba de dos proyectos familiares. Explico:
En amor y odio, el dramaturgo y director, es esposo de la protagonista y padre de uno de los jóvenes actores; y en Días felices el director fue pareja de la protagonista y padre del asistente de producción.
Bravo a familias tan propositivas y talentosas en el mundo teatral.