parecían notables: enfermedades, amores, negocios. Los mensajes escritos no son recientes, las Cartas de Amarna, las más antiguas, están grabadas en tablillas de arcilla en escritura cuneiforme, se usaron entre egipcios y naciones sometidas como Canaán, Amurru y Siria, por los años 1388 a.C. en ellas avisaban asuntos burocráticos o pedían ayuda al Imperio.
No podemos olvidar que en China, unos 4000 años a. C., ya se contaba con una especie de servicio postal donde los Ching Pao -jinetes a caballo- recorrían en relevos grandes distancias. Anotemos los envíos en América antes de los europeos. En México, los corredores por jornadas -los painani- arreglaban los avisos en la ropa o en su pelo para que de lejos supieran los mensajes. En Perú, los Chasquis trasladaban los Quipus, sogas de colores y nudos que requería un traductor experto, los Quipucamayoc.
También debemos incluir el carteo de los reyes Persas que Heródoto narra: “Desde las orillas del mar Egeo a Susa, había cinco casas de posta, cada cual distante un día de camino a la otra, con un director de establecimiento.”
Desde esos periodos los avisos fueron esenciales en el mundo y las cartas con algún aporte han trascendido para beneficio general. Citemos unas: Carta al Padre, de Franz Kafka, donde el escritor reclama a su padre y nos dice el miedo que le tenía. La respuesta que hace Sor Juana Inés de la Cruz a su confesor que la criticaba en la Carta a Sor Filotea de la Cruz, o la carta de Galileo Galilei a Cristina de Lorena, Duquesa de Toscana, donde argumenta el movimiento terrestre y expresa que la Iglesia es la encargada de asuntos espirituales y la ciencia es la que explica fenómenos naturales.
Las cartas filosóficas requieren una mención aparte, no obstante tener un remitente y un receptor no son hechas para entrega por servicio postal. Las tituladas Epístolas son escritas para que las sociedades tengan enseñanzas.
Dentro de este contexto se hallan las cartas del pintor Vincent van Gogh a su hermano menor, Théo. En ellas podemos indagar sin ninguna interpretación de terceros lo que realmente sufrió y lo condujo a una vida de melancolía, miseria y a un sentimiento de culpa por sentirse mantenido por Théo, causas que minaron su salud: “El dinero se me terminó el jueves. Llevo cuatro días viviendo gracias a 23 cafés y al pan que aún debo. No es tu culpa; en todo caso es mía, porque estoy afligido por ver mis cuadros enmarcados”.
Del mismo modo nos enteremos que la llegada de Gauguin por unas semanas a la “Casa Amarilla” en Arles fue armoniosa, pero el carácter de los dos artistas los llevaría a varias riñas. En estas peleas, Gauguin por defenderse, nos dicen los nuevos estudios, pudo haber herido a Van Gogh en el lóbulo izquierdo con su sable y Vincent terminó por cortarlo. Es vital aclarar que no se cortó toda la oreja como se cree. Pero el lóbulo, en efecto, lo regaló a una prostituta.
Este trágico episodio terminó con Van Gogh en el hospital. Ya afuera, le afloró un constante delirio de persecución porque pensaba que alguien lo envenenaría, aquí la narración de sus cartas sin duda conmueven y más cuando nos dice que el pueblo pidió a la policía que lo encerraran, pues les alarmaba que un loco anduviera suelto, Vincent le cuenta a su hermano: “Un grupo de personas han escrito al alcalde señalándome como una persona indigna de vivir en libertad. El comisario ha dado la orden que me recluyan. Así que ya llevo aquí varios días, encerrado bajo llaves, cerrojos y guardianes en el manicomio, sin que mi culpabilidad esté probada.”
Las cartas tan tristes de Vincent nos recuerdan que los avisos por medio de la palabra escrita jamás dejarán de existir y estarán, como palomas mensajeras, con esas pequeñas notas adheridas a sus patas avisando de sucesos sombríos o gloriosos, sólo que ahora los esperamos con la tecnología, por email y redes sociales.