El mundo celebra hoy 229 años de la Toma de La Bastilla, lo que para mí califica para decir que hoy es Día del Ciudadano, y que celebro cavilando sobre mis actividades de ayer viernes.
Vino a visitarme mi hijo César Alejandro, junto con su mamá, Maribel, y esta visita me hace muy feliz. Y como parte de ella, este viernes fuimos a visitar la ciudad de los dioses, Teotihuacán.
Mi hijo tenía más de un año queriendo visitar las pirámides, porque hace años, junto con un grupo estudiantil, fue a Teotihuacán… ¡pero no les permitieron subir!
Pues fuimos. Y de la visita saco una lección que quiero compartir con ustedes, en el entendido de que es mi lección y tal vez a ustedes les diga otra cosa.
Teotihuacán es algo tan icónico que uno bien puede decir: “Ah, sí, las pirámides”… y seguir clavado en Facebook, un libro o una película.
Pero no es retórica. O no lo es en el sentido peyorativo que uno adopta al punto. Nuestro guía en el tour, Emmanuel, se la pasó tratando de darnos una idea de las enormes lagunas que tiene nuestro conocimiento sobre Teotihuacán, ciudad milenaria de un pueblo que nos dejó las pirámides pero casi nada sobre su vida.
Logramos subir a las dos estructuras mayores, la Pirámide de la Luna y la Pirámide del Sol, y pagamos el precio en las piernas y en los pulmones. Pero la panorámica desde arriba, el viento fresco que soplaba con fuerza, el orgullo pueril de haber podido subir, valieron la pena.
Y mientras volvíamos, bajo un aguacero, a las calles de la Ciudad de México, pensé que algo así empezamos a vivir los mexicanos en el preludio de la gestión de Andrés Manuel López Obrador: todos podíamos imaginarnos mil cosas antes, pero ahora empieza a hacerse realidad: estamos de visita en Teotihuacán.
Y como con Teotihuacán, la única forma de sentir el poderío de la experiencia consiste en vivirla a tope. Varios de los que iban en el grupo estaban felices aunque no subieron a las pirámides, y nosotros sentimos que se perdieron la mayor parte de la maravilla. No perdamos nosotros, tcomo no lo hicieron los franceses en 1789, la maravilla de vivir a todo pulmón la experiencia del nuevo régimen. Vale.