Todos hemos observado parvadas en el cielo que repentina y caprichosamente cambian de dirección como si fueran un organismo único y no una multitud de pájaros.
Lo mismo pasa con cardúmenes, manadas, jaurías, y enjambres. Grupos de peces, mamíferos, depredadores, o insectos que instintivamente se coordinan mediante olores corporales, señales instantáneas y sonidos elementales.
Los seres humanos logramos evolucionar gracias a que desarrollamos la capacidad de organizarnos en sociedades más numerosas y mejor estructuradas que la pequeña tribu nómada; y así pudimos imaginar objetivos ambiciosos y lograr propósitos trascendentes.
Y en el camino tuvimos que crear el lenguaje, la escritura, los números, las leyes, la propiedad, el dinero, los símbolos y un grupo de ideales abstractos y compartidos llamados democracia, justicia, nación, Estado, derechos y libre albedrío.
Inventamos los medios masivos de comunicación. Televisión, Radio y Prensa donde un emisor central y poderoso generaba y difundía contenidos estandarizados y mensajes unidireccionales.
Después creamos los medios de comunicación masiva, que todos sabemos son radicalmente distintos a aquellos medios masivos de comunicación, pues en estos una colectividad global puede generar espontáneamente millones de mensajes para difundirlos multidireccionalmente.
Estos medios de comunicación masiva llamados redes sociales se han convertido en herramientas para la conversación tribal y trivial, en foros para el fanatismo, en espacios para los instintos primitivos y en ágoras para la manipulación.
Con las redes sociales logramos esa conectividad instintiva que nos permite ser menos individuos humanos y ser más una parvada, un cardumen, un enjambre y hasta una jauría.
Tecnología para una manada que envía “memes” sin entender cabalmente su significado, que disemina noticias sin verificar, y que comparte frases tan célebres como motivacionales mientras saluda enseñando el trasero.
