Conocí a Eusebio Ruvalcaba en los años noventa.
A un escritor lo conoces dos veces, cuando lo lees y cuando lo tratas.
Y es extraño, pero la secuencia importa.
Hay escritores que son mejores conversadores, los hay protagonistas en una mesa y los hay tan callados como tahúres que parecen querer únicamente ser conocidos por escrito.
A Eusebio lo leí nada más, y cada que puedo lo releo.
Empecé, como muchos que también fueron adolescentes en esa década perdida de los años ochenta, con aquella novela “Un hilito de sangre”.
Una narrativa de factura tan potente como una conversación entre amigos que deciden sincerarse.
Hoy amanecí con ganas de escuchar a Scorpions y de remover mi biblioteca para reencontrarme con las letras de Ruvalcaba.
Y de la editorial Almadía rescato ese libro de aforismos y de ensayos, de tapa dura color caja de cartón, titulado El arte de mentir.
Abro aquí una gran cita con algunos párrafos.
“Hablar no es conversar. Se habla y se habla por cualquier pretexto y a la menor oportunidad. Pero no hay nada más alejado del arte de la conversación”
“Quien sabe conversar sabe escuchar. El arte no radica en la erudición que no deja de ser un adorno fútil y prescindible por pedante”
“Nada mejor para pasar inadvertido que ser invisible. En la medida que no existimos para la humanidad la humanidad nos deja en paz”
“El nostálgico se pierde los instantes del presente porque tiene otros en un pasado que no cambiaría por nada”
“Al pasado no hay modo de regresar y paradójicamente la felicidad allá vive anclada”
“Algo sucede con los escritores atravesados por la música.
No se sabe si aman la música más que la literatura; y escriben de la música como un niño habla de sus canicas o como un anciano de su juventud”.
@hhramos