Manejar en la Ciudad de México es una experiencia brutal. Si un extranjero aterriza de repente en la capital y trata de conducir un vehículo de acuerdo con lo que establece el Reglamento de Tránsito se enfrentará a miles de preguntas para las que no tendría respuestas.
¿Por qué la mitad de las personas respetan las reglas y la otra mitad no? ¿Por qué es tan sencillo obtener una licencia de conducir, sin examen y casi sin saber hacerlo? ¿Por qué la famosa mordida y tanta práctica corrupta? ¿Por qué las motos van por todas partes? ¿Por qué hay tantos choques y personas muertas? ¿Por qué los micros circulan a tanta velocidad si van a la vez llenos de pasajeros?
El lunes 4 de abril arranca un esfuerzo por extirpar la corrupción en la policía de tránsito, a la vez que se mejora la movilidad de vehículos, personas y bienes en la Ciudad de México. El programa de restructuración de la policía de tránsito lo anunciaron la jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y el secretario de Seguridad Ciudadana Omar García Harfuch. ¿Funcionará? Difícilmente.
Con los cambios anunciados, 400 policías se harán cargo, de forma exclusiva, de aplicar las reglas de tránsito y las multas. Un centenar de ellos y ellas son recién egresados de la Universidad de la Policía de la Ciudad de México, con uniforme y vehículos especiales, certificación, cámara y una app, Mi Policía, para mejorar su desempeño.
Solo 400 policías para 5 millones de vehículos que circulan al día en la capital, apenas una gota de agua. Cierto que también existen los radares, las fotocívicas, las cámaras del metrobús, los candados en parquímetros y las sanciones ambientales, pero la probabilidad de sancionar una conducta irregular es mínima.
Sin la voluntad y decisión del gobernador del Estado de México, Alfredo del Mazo, y del Secretario de Infraestructura y Comunicaciones, Jorge Arganis, ningún esfuerzo para regular la circulación de automóviles en la capital funcionará.
¿Por qué Arganis? Porque todo el autotransporte federal de carga, de pasajeros, turismo o privado, está regulado a nivel federal. Si bien, pueden imponerles multas en la capital, no hay ninguna consecuencia si no las pagan; ni la verificación requieren pues existe una verificación federal que, a todas luces, logran saltarse camiones materialistas, pipas de agua y transportistas con vehículos que parecen del siglo pasado, de tan antiguos.
¿Por qué Del Mazo?, porque la mitad de los vehículos que circulan todos los días en la Ciudad de México tienen placas del Estado de México y, aunque en teoría están obligados a respetar el Reglamento, en la práctica pueden no hacerlo, con un riesgo mínimo.
¿Se les puede multar?, por supuesto, pero no hay forma de cobrarles, al menos no fácilmente, por eso es que se les ve circular con exceso de velocidad, saltarse los altos y dar vueltas prohibidas.
Aparte de los vehículos foráneos y los federales, al nuevo destacamento de policía también le tocará lidiar con los vehículos de transporte piratas, los taxistas irregulares o francamente ilegales, que carecen incluso de placas.
Y para rematar, los motociclistas, cuyo auge en las calles se paga en incidentes de tránsito y hasta con muertes, pues cada tercer día muere un conductor de este tipo de vehículos que, en su mayoría, ignoran las reglas viales.
De ese tamaño es el reto.
Héctor Zamarrón
@hzamarron