Por si faltaran razones para vivir en Mérida se acaba de añadir una más, su Plan de Infraestructura de Ciclovías presentado en octubre pasado y a punto de terminarse: 71-7 kilómetros nuevos de rutas ciclistas que incluyen una en el hermoso e histórico Paseo Montejo. Así que no es necesario esperar a que se haga realidad ese dicho popular de “Si se acaba el mundo, me voy a Mérida. ¡Bomba!”
La capital yucateca tiene un clima cálido, con temperaturas que llegan a rozar los 40 grados centígrados lo que parecería hacerla poco amable para los usuarios de la bicicleta, al menos desde un punto de vista cargado de prejuicios. La verdad es que cuatro de cada 10 yucatecos tienen bicicletas en su casa, según arrojó el Censo de Población 2020.
Pero además de tener las bicis, las usan. Un estudio de la agencia alemana de Desarrollo GIZ revela que siete de cada 10 meridanos usan su bici una vez por semana para ir de compras o al trabajo y las imágenes de cientos de ciudadanos recorriendo la nueva ciclovía de Montejo lo comprueban, pero no es la única, pues el plan incluye otras rutas intraurbanas, sobre todo al norte, norponiente y sur de la ciudad.
Mérida es una de las 20 ciudades mexicanas que rebasan el millón de habitantes, con todo y su zona metropolitana concentra a la mitad de los habitantes de Yucatán, estado que ha crecido a un ritmo de 18 por ciento en los últimos años y que bien podría seguir la suerte de otras urbes extendidas, como Querétaro, que solo han apostado a la antigua visión de privilegiar un desarrollo urbano basado en los automóviles, con las consecuencias negativas que acarrea para todos.
Ese plan de ciclovías no es gratuito ni llegó solo, requirió de una fuerte demanda social encabezada por grupos ciudadanos agrupados en el Movimiento por la Movilidad de Mérida, como Cicloturixes o el Observatorio de Movilidad Sustentable de Mérida, entre otros, pero también de la decisión y el acuerdo entre políticos, en este caso el gobernador Mauricio Vila y el alcalde Renán Barrera, que han resistido las críticas esperables del lobby automotriz y de agrupaciones tentadas por el pasado, como la Fundación Paseo Montejo.
Aunque el plan se elaboró hace más de un año, la aprobación en el Congreso del derecho a la movilidad y su incorporación en la Constitución ayudaron al proceso, lo mismo que la recomendación de la OMS de usar la bicicleta como una de las medidas preventivas del contagio del covid-19.
La apuesta, dijo Vila al presentar el plan, es a largo plazo, se trata de transformar la movilidad de Mérida, de cuidar el medio ambiente y de una inversión preventiva en salud porque esta mejora con el uso de un transporte saludable. La bici, además, mejora el paisaje urbano, propicia entornos más seguros para los peatones y permite reordenar el espacio público para brindar mayor seguridad a quienes se trasladan a pie.
La micromovilidad que promueve una red de ciclovías también permite ahorros a las familias, estimula el comercio local y genera más empleos que la inversión destinada al transporte motorizado.
Sí, hace calor en Mérida, habrá que sembrar más árboles, pero sobre todo hay que subirse a la bicicleta para sentir cómo esa ciudad se pone a la vanguardia.
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