En 1970, hace casi medio siglo, un joven José José interpretó “El triste” en el festival OTI de la Canción Latina y, a pesar de una excelsa interpretación que hoy en día sigue causando asombro, perdió la competencia pero abrió la puerta de la inmortalidad.
Con la muerte de José José se cierra una era en la que sus canciones han sido parte de la educación sentimental, no de una sino de hasta tres generaciones de mexicanos, porque quienes no conocieron las versiones originales en las décadas de los 70 y 80 pudieron apreciar su música a fines de los 90 y en este siglo, por los tributos que otros cantantes le rindieron, en especial aquel memorable con Molotov, Maldita Vecindad, Café Tacvba, El Gran Silencio, Julieta Venegas y Moenia, entre otros.
José José murió a los 71 años. Muy pronto para el promedio de edad de los mexicanos, dirían algunos, aguantó mucho, dirían otros, en referencia al tren de vida que llevó y en el cual, como él mismo lo cantó en “Mi vida”, rodó de aquí para allá sin medida.
José José se ha vuelto parte de la cultura popular mexicana, acompañante insustituible de veladas, noches de copas, parrandas, tardes románticas, cantando en el auto, en la cocina, en la fonda o, como ese video que ayer se hizo viral, a bordo de un microbús donde espontáneamente todos entonan “El triste”.
Su voz ha sido compañía para llorar un amor, para cantar de alegría, para descargar el corazón, para vaciar el pecho. Cierto es que miradas a la luz de la corrección política sus letras (algunas de él mismo, otras de Rafael Pérez Botija, Manuel Alejandro y otros más) pueden ser machistas, misóginas o puede ponérsele cualquier otro adjetivo, pero cumplen con identificar a un país, mucho más que la política u otras banderas.
A estas alturas es un producto cultural consumido de manera masiva y que permite a una sociedad como la mexicana tener otra leyenda, un ídolo más en su panteón musical.
José José cierra la época de gloria de El Patio, aquel famoso cabaret-centro nocturno ubicado frente a Gobernación en la calle de Atenas, que durante décadas albergó a las más grandes figuras del espectáculo.
Alguna vez estuvo a punto de grabar con Frank Sinatra, pero no lo hizo por su disquera, según narra su bioserie de la cual sin duda esperamos una mejor versión, a la altura del cantante.
Su voz se apagó antes que él, hace años dejó de presentarse en conciertos y de cantar, ya solo lo escuchábamos con su aguardentosa voz haciéndola de papá de La fea más bella. Nos habíamos acostumbrado a saber que el cantante había sobrevivido a su leyenda, a pesar de esa pérdida de la voz, interpretada como un castigo por una vida de excesos.
Entre aquella noche del festival OTI y este otoño de 2019, México pasó de ser un país autoritario, dominado por la omnipresencia del PRI, a una democracia joven, la población se duplicó, el neoliberalismo está de salida y tenemos nuevos problemas y desafíos en búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo, pero lo que persiste es la desigualdad y la pobreza. No es consuelo, pero en ambas se sobrevive mejor escuchándolo.
José, qué triste es decirnos adiós.
@hzamarron